¿Qué sociedad permite que un médico abuse de más de 200 mujeres durante casi tres décadas? ¿Qué sistema prioriza los éxitos deportivos al bienestar y la salud de sus protagonistas? Las respuestas, en el documental de Netflix Athlete A (Gimnasta A), que desmenuza, con testimonios de víctimas, el relato de los investigadores, imágenes del juicio y grabaciones de los interrogatorios, el escándalo de abusos sexuales en la selección estadounidense de gimnasia artística cometidos, desde 1996 hasta 2015, por el médico Larry Nasser. Un excelente relato que tira del hilo de la investigación periodística de The Indianapolis Star, que levantó la alfombra para encontrarse toda la suciedad que se escondía debajo de la federación y que profundiza en el contexto de los hechos, un régimen continuado de abusos psicológicos en los duros y estalinistas entrenamientos, y que señala a todos los responsables. Lo fue tanto el autor material de los actos abusivos como todos los que o no lo quisieron ver o directamente lo callaron y lo intentaron silenciar, archivando en el cajón una denuncia tras otra.

Athlete A es, en realidad, Maggie Nichols. Era el nombre en clave con el que aparecía en los informes policiales y es la persona cuyo testimonio en 2015 desencadenó la tormenta. No fue la primera en denunciar las técnicas de Nasser. Sí dentro de la federación (había quejas anteriores en la Universidad de Michigan, donde también trabajaba). Tampoco fue la última. En total, 265 mujeres unieron sus fuerzas contra él en un macrojuicio en 2017 (se calcula que los abusos llegaron a unas 500). Aunque sí fue la que se llevó el peor castigo. Sin cometer spoiler, esta se quedó fuera de Río 2016 después de haber sido campeona del mundo por equipos en 2015 y bronce en suelo. Cierto que sufrió una lesión de rodilla antes del selectivo. Quedó sexta y no fue elegida ni entre las cinco titulares ni entre las tres reservas para viajar a los Juegos Olímpicos en Brasil. Le arrebataron todo. La dignidad y los sueños.

Del comportamiento de Larry Nasser poco se puede añadir a lo ya conocido. Es el de un depredador sexual. Consumidor de pornografía infantil (en el registro de su casa encontraron 37.000 imágenes). Manipulador. Hacía creer a sus víctimas (o supervivientes, como ellas prefieren denominarse) que lo que les hacía solo era un tratamiento osteópata más. Completamente normal. Por su propio bien. Pero, sin el caldo de cultivo que rodeaba al seno del equipo estadounidense de gimnasia, no hubiese sido posible el silencio que acompañó a sus actuaciones durante tantos años. ¿Dónde estaban los entrenadores? ¿Dónde los directivos?

Los hechos sucedían regularmente en el rancho Karolyi en Texas, propiedad del matrimonio del mismo nombre que la federación estadounidense reclutó de Rumanía para llevar a Estados Unidos el método Comaneci. Todos querían la perfección. "Ninguna de las niñas sonreía", recuerda en el documental una atleta olímpica que competía contra las deportistas rumanas en los 80. Las niñas, porque cada vez las gimnastas se eligen más jóvenes, "más moldeables", llegaban a las manos de Nasser en muchos casos prácticamente destrozadas psicológicamente por los insultos y vejaciones continuas, incluso a veces violencia física, infligida por los entrenadores. "Y él era el único adulto amable", de lo que se aprovechaba para sus abusos y chantajes. Escalofriante.

El deporte profesional implica sacrificios. ¿Dónde están los límites? Un debate atemporal, tan viejo como nuevo. ¿Vale todo en pos del éxito, del oro olímpico? A lo largo de 104 minutos, gimnastas de varias generaciones pasan ante las cámaras de Bonni Cohen y Jon Shenk para desnudar los entresijos del sistema, cuyos miembros quedan retratados. Especialmente el presidente de la federación, Steve Penny. Las gimnastas eran para él una máquina de hacer dinero y no estaba dispuesto a que nadie manchara esa idílica imagen. Le daba igual el precio. Como si había que comprar al FBI. Él fue el objetivo final de The Indianapolis Star, que descubrió que la de Nasser no era la única denuncia archivada por su organismo. Si el documental te divorcia del género humano, por lo menos te reconcilia con la profesión periodística.