¿Se puede ser un buey, la peste y una heroína al mismo tiempo? El personaje de la gallega Nerea Barros en La isla de las mentiras -opera prima de la directora coruñesa Paula Cons que se estrena en la plataforma Filmin este viernes- transita en estas coordenadas al tiempo que se va despojando de su cerrazón para llenar el metraje de preguntas y dudas.

Barros se enfunda el traje existencial de María, un personaje inspirado en María Fernández, que junto a Josefa Parada y Cipriana Oujo se convirtieron a principios del siglo XX en Las heroínas de Sálvora al salvar de un naufragio a decenas de pasajeros del barco Santa Isabel que se dirigía a Buenos Aires. Su hazaña quedó ensombrecida un siglo.

Sobre acusaciones, culpa, heroicidades y cobardías, gira la película de época de Cons (ambientada en los años 20 en Galicia) que acaba de ser seleccionada por el Festival de Cine de Shanghái, el más importante de Asia y uno de los más destacados del mundo. En ella, comparten reparto Darío Grandinetti que da vida a un reportero argentino que investiga el desastre del Santa Isabel y desconfía de la versión de las heroínas; Aitor Luna, que actúa como farero y profesor; así como Victoria Teijeiro y Ana Oca, que cierran el triángulo de mujeres valientes.

Desde Madrid, donde habita, Nerea Barros (ganadora del Goya a mejor actriz revelación por su papel en La isla mínima) reconoce que "los personajes me afectan; fueron muchos meses con María dentro. Tenía miedo de no tener integrada cada pieza de su puzle. Interpretarla fue complejo porque está muy alejada de mí".

Añade que "me apasionó absolutamente todo del personaje. Es una mujer increíble, muy adelantada a su tiempo, sensible pero sin gestión emocional. Es un animal salvaje. Ella es la isla".

Amplía que "son mujeres muy diferentes a las de esa época. El personaje siente mucha culpa. Ella se adentra en el mar y cuando ve la desgracia no sabe cómo le va a afectar. Mi personaje se siente culpable, no heroína. Se ve terrible porque ha visto morir a muchísimas personas y no ha podido salvarlas a todas. Esa visión le ha desvastado el corazón y no tiene instrumentos emocionales para gestionarlo".

El thriller juega con esa culpa, con el misterio y las mentiras que envuelven a la isla al tiempo que refleja una época de fuertísimas diferencias sociales.

Sin embargo, hay un cabo que une a la isleña real y heroína María Fernández, con el personaje de La isla de las mentiras y la Nerea Barros del siglo XXI: las tres han tenido la valentía de remar contra el miedo para salvar vidas. En el caso de la actriz, en mayo, volvió a su otra profesión, la de enfermera, para echar una mano contra el nuevo coronavirus en una residencia de mayores en la capital.

Recuerda Barros que, pocos días de su regreso a España de un viaje a Uzbekistán, se inició el estado de alarma. "Empezamos a rodar un documental porque creíamos que había que hacer algo sobre lo que estaba ocurriendo en Madrid. Vimos que el Covid-19 se llevaba, sobre todo, a mayores, uno detrás de otro y que las residencias se convertían en ratoneras".

En ese momento, Barros sintió "mucha rabia y frustración. Para mí, las personas mayores son fundamentales en nuestra sociedad porque son las que nos enseñan lo que hemos olvidado, las que nos han cuidado de pequeños. Así que busqué una residencia y fui. Pensé: 'Si no puedo hacer nada contra esto, por lo menos ayudo'".

Nerea, cuya profesión anterior a la interpretación era la de enfermera, destaca "la lucha increíble de sanitarios de vocación. Cuando tienes una situación límite como esta, tienes que tener otras actitudes. En una enfermedad así, tienes que 'oler' para actuar lo más rápido posible. Es lo que he aprendido estos meses. Raquel de María es una de las enfermeras con las que estamos trabajando. Es la profesional a la que más admiro. La llamamos el sabueso porque huele desde un infarto al Covid mucho antes que algunos médicos".

No obstante, también reconoce haber vivido momentos duros: "Vi a compañeras dar un puñetazo contra un armario porque un abuelo, un paciente, se iba; las vi llorar porque no se pudo hacer nada".

Nerea Barros prefiere quedarse con lo positivo, como una paciente de 104 años "que ha pasado el Covid y está muy bien. Lo que más les devasta a los mayores es no ver a su familia. Al verla, recuperan las ganas de vivir".

La isla de las mentiras nos presenta una Galicia que existió, un hito histórico real, aunque la ficción envuelva gran parte de la película. Para Nerea Barros, "trabajar el personaje de María ha sido un reto increíble porque tiene muchas aristas, entre ellas, la época histórica en la que sigue el feudalismo con los caciques. Entonces, la gente tenía dueño. Era muy complejo conectarse con eso. Era analfabeta, no había salido nunca de la isla, pero brilla; sale al mar cuando nadie sale. Es una superviviente adaptada al medio. Solo quiere vivir en paz en su isla".

Ese animal salvaje, que la intérprete vive sufre. "La gente con educación, que viste bien, con las manos limpias como el terrateniente o el periodista, no la ha visto María jamás; son como astronautas para ella. Eso la vapulea", reflexiona.

En cuanto a su entrada en el proyecto, la actriz recuerda que "Paula Cons -la directora, coruñesa- contactó conmigo y me enseñó el guión. Ella no tenía de todo claro que fuese yo el personaje. Me lo leí, me encantó y me volvió loca María. La llamé al día siguiente con una revolución de pensamientos y emociones. Le dije que quería ensayar para ver si sacaba la María que ella quería", señala.

Barros reconoce que desconocía la historia del Santa Isabel. "Me parecía increíble no conocerla porque Sálvora es una isla que me llega al corazón porque estoy muy unida a la costa de Ribeira y Póboa do Caramiñal. Toda mi vida he veraneado allí. Es como mi segunda casa. Es un lugar al que le tengo muchísimo cariño", rememora. "Pensar que no sabía nada de unas mujeres que después de eso que ocurrió , se fueron a Ribeira a hacer vida allí porque no podían seguir en esa isla... Me quedé alucinada", añade.