Aunque es capaz de ganar decenas de millones en un año, de actuar en Las Vegas, de seguir dando conciertos multitudinarios y tener detrás una legión de fans, Britney Spears vive atada bajo un régimen de custodia legal que ya va para 14 años. Durante más de una década su tutor ha sido su padre, Jamie Spears (67 años), pero tras un grave problema de salud, el año pasado, ahora la que administra la vida de la princesa del pop es su mánager, Jodi Montgomery.

Harta de que otros manejen su vida, su fama y su dinero, la cantante ha acudido a la justicia para que le quiten los grilletes y, desde la semana pasada, ha comenzado a revisarse su caso, después de que un juez del condado de Los Ángeles ordenara el 20 de abril que la custodia temporal debía alargarse hasta el 22 de agosto. Las redes bullen con el movimiento #FreeBritney (liberad a Britney). Y en las calles sus acérrimos organizan manifestaciones pidiendo justicia para su ídolo, a quien se la declaró "incapacitada" tras una grave crisis nerviosa en el 2007.

Para acabarlo de complicar, ahora su madre, Lynne, que se separó de Jamie en el 2002, también ha presentado una demanda para ser incluida en esta tutela con el fin, presumiblemente, de ayudar a su hija.

Y es que, a sus 38 años, Britney Spears ha de pedir permiso hasta para coger el coche, salir a tomar una hamburguesa o hacer compras. Tampoco puede votar. Todo lo que publica en redes sociales ha de ser revisado y debe vivir con una asignación semanal de 1.500 dólares (unos 1.400 euros) que sus tutores pactaron en el tribunal. Su representante es ahora la que maneja el patrimonio de la estrella, que se calcula asciende a unos 250 millones. La tutora recibe un sueldo anual de 130.000 dólares, más otros bonus.

Desde el inicio de su carrera, la estrella ha vivido en una montaña rusa de altibajos. Forma parte de ese club de niños prodigio a los que la fama acaba llevando por un camino de perdición, excesos y drogas. Luego vinieron las parejas, las rupturas y los paparazzi. Tras separarse de Justin Timberlake, se casó en Las Vegas con su amigo Jason Alexander. La unión solo duró 55 horas; y un año después, en el 2004, volvió a casarse con Kevin Federline, un bailarín de su grupo, y el padre de sus hijos, Sean Preston (14) y Jayden James (13).

Sus excesos

Se convirtió en objetivo de la prensa más amarilla que ella alimentó con su desordenada vida. Hasta que llegó el colapso mental y en el 2007 el juguete roto acabó atado a los barrotes de una camilla -ese año ingresó dos veces en un psiquiátrico- y con la orden de un juez de que su padre, y un abogado, Andrew M. Wallet, tomaran por ella todas las decisiones personales y financieras. Ese mismo año pidió el divorcio a Federline, quien actualmente tiene el 70% de la custodia de sus hijos.

Pero resurgió de sus cenizas en la gala de los Billboard del 2016. Ella misma le dijo entonces a la revista People que se encontraba en "el mejor momento y que era "más feliz que nunca". Al final, había vuelto a lanzar varios discos, realizando giras mundiales y hasta participando de jurado en el programa The X Factor. Sin contar con el espectáculo Peace of Me en Las Vegas.

Aquel año, un artículo del periódico The New York Times, detallaba la nueva y exitosa vida de Spears, y pedía que su custodia parental debía ser revisada para devolverle la libertad. Sin embargo, el año pasado, la angustia por la grave enfermedad de su padre la llevó a ingresar de nuevo, lo que volvió a reavivar los fantasmas de su comportamiento errático y de sus anteriores problemas con las drogas.