Tras ganar el Óscar con su amigo Matt Damon por el guion de El indomable Will Hunting, en 1997, Ben Affleck parecía que iba a comerse el mundo. Cierto que después ha tenido otros logros artísticos y comerciales, como un nuevo Óscar, esta vez en la categoría de mejor película, por su tercer filme como director, Argo (2012). Pero los últimos años en la carrera y vida personal del actor y realizador, que el próximo 15 de agosto cumple 48 años, han sido cualquier cosa menos una balsa de aceite.

La cinta que ha estrenado este fin de semana, The way back, parece un autorretrato de redención en toda regla: encarna a una antigua estrella del baloncesto aniquilada por el alcohol que intenta redimirse entrenando a un equipo del instituto. Una historia clásica y siempre efectiva. Una historia real como la vida misma de Affleck.

Centro de rehabilitación

El éxito comporta fama y dinero. En su caso, como el de tantos otros, también adicciones varias. En el 2001, ingresó en el Promises Rehabilitation Center de Malibú a causa de sus problemas con la bebida. No le iban mal las cosas entonces en su carrera: estrenaba Pearl Harbor y rodaba Pánico nuclear, aunque tenía tantos admiradores como detractores y acostumbraba a encabezar las listas de los nominados a los premios Razzie por las peores películas e interpretaciones de cada año.

La relación sentimental con Jennifer Garner, actriz con la que coincidió en Daredevil en el 2003, parecía haberle aportado estabilidad. Ella triunfaba en la televisión con la serie Alias. Tienen dos hijas y un hijo. Se casaron en el 2005. Se separaron, reconciliaron y volvieron a separarse. Anunciaron el divorcio en el 2015, aunque intentaron vivir juntos para que la situación afectara lo menos posible a sus hijos. El 4 de octubre del 2018 llegó la separación legal y definitiva.

Convertirse en el nuevo Batman cinematográfico en el 2016, y querer tomar las riendas de la franquicia iniciada con el filme Batman vs Superman: El amanecer de la justicia, no ayudó demasiado a su equilibrio personal.

Los fanáticos del cómic y de las películas de Tim Burton no esperaron ni a verlo en pantalla: se cebaron en Affleck nada más anunciar Warner que era el actor elegido para encarnar a Batman/Bruce Wayne.

Y la verdad es que no está mal. O no está peor que George Clooney en Batman y Robin o que Val Kilmer en Batman forever. Pese al éxito, Affleck sigue destilando una cierta aura de perdedor. A veces lo ha rentabilizado: estuvo excelente en Hollywoodland (2006) interpretando a George Reeves, el mediocre actor que se suicidó en 1959 tras haber encarnado precisamente a Superman en una exitosa serie televisiva de los 50.

Ruptura

La ruptura con Garner fue lo peor. A principios de este año, cuando el Covid-19 aún era un rumor, Affleck aceptó ser entrevistado en The New York Times y dijo que divorciarse de Garner es lo único que nunca podrá superar. Habló de lástima y de vergüenza de sí mismo porque el alcoholismo dio al traste con aquella relación. Habló de despreciarse y tener la autoestima por los suelos. Ni ingresar de nuevo en un sanatorio para una cura de desintoxicación, algo que le había pedido reiteradamente Garner ya estando separados, surtió el efecto esperado.

Garner lo llevó personalmente al centro. Solo cuando salió se aceleró el proceso de divorcio; fue una decisión compartida. Affleck abandonó entonces a Batman, aunque acaba de volver al redil de los superhéroes con un nuevo filme dirigido por Zack Snyder, y se abandonó a sí mismo. Tuvo una importante recaída a finales del 2019, durante otro proceso de rehabilitación, y las imágenes de su lamentable estado de embriaguez fueron difundidas por TMZ, el portal dedicado a airear noticias de celebridades.

Ana de Armas

En el plano afectivo, Affleck parece recuperarse junto a la hispanocubana Ana de Armas en la que ha sido considerada la relación del año. Garner bendice esta historia. Mientras, el actor desfila desde este fin de semana por las pantallas españolas interpretando a un deportista que logra vencer su alcoholismo. Veremos si la ficción es igual que la realidad.