El verano que vivimos, una de las grandes apuestas españolas de la temporada, producción de Bambú, Atresmedia Cine y Warner con un presupuesto de 6 millones de euros, reúne a una de las parejas de moda, Blanca Suárez y el coruñés Javier Rey. Es una historia romántica ambientada en los años 50 en Jerez de la Frontera, en un viñedo. Una de esas historias de amor bigger than life que en tiempos prepandemia seguramente se hubiera convertido en un éxito de taquilla comparable al de Palmeras en la nieve. ¿Son este tipo de relatos los que devolverán al público a las salas? Javier Rey cree que sí, al menos, eso espera. "Es una película muy completa que habla del amor en todas sus formas, y no solo desde el punto de vista romántico. También de la amistad, de la familia, del arte, de la arquitectura, de la cultura vinícola...", indica el coruñés.

Lo cierto es que el vino se convierte en esta ocasión en una metáfora del paso del tiempo. "Sí, es como el poso que queda de las cosas", sigue Rey. "Y eso afecta a las relaciones, a lo que uno está dispuesto a sacrificar, a vivir. También habla de lo que los demás esperan de uno y la presión que genera, de la necesidad de valorar lo que más te conviene", añade.

Es la cuarta vez que el actor trabaja con el director de la película, Carlos Sedes, que hasta el momento había estado más centrado en la ficción televisiva en series como Velvet o Fariña. Sin duda fue una de las razones por las que se involucró en el proyecto, que conocía al equipo y confiaba en su criterio a la hora de hacer un producto sólido. Rey interpreta a Gonzalo, un arquitecto que, en sus palabras es "un solitario y un descreído", hasta que entra en contacto con el mundo de la tierra, del cultivo y descubre una nueva forma de vida.