"Para nosotros personalmente ha sido una mala suerte. Estábamos en el centro de control a las dos de la mañana para ver el lanzamiento y a las cuatro y media esperábamos recibir telemetría porque el control del satélite se iba a hacer donde trabajamos. Para el equipo ha sido un palo muy duro. Es verdad que aquí somos muy duros, nos criticamos mucho, pero no ha sido un problema de la tecnología nacional, lo que ha fallado es el lanzador, que es tecnología francesa e italiana. Y lo que nos ha pasado a nosotros les pasa también a los americanos, hay que asumir los fallos para progresar". Es Eva Vega Carrasco (Zamora, 49 años), la directora de Programas Espaciales del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA), el organismo encargado de operar el satélite Ingenio, perdido en el espacio cuando el lanzador Vega, que debía ponerlo en órbita a 650 kilómetros de la tierra se perdió ocho minutos después del despegue en la Guayana francesa.

"Los lanzadores son una tecnología muy crítica, porque tienen que conseguir altas velocidades con grandes motores y cualquier pequeño fallo es catastrófico. La tasa de fallos no se puede decir que sea despreciable, pero a ninguna misión nacional le había sucedido esto y siempre confías en que vaya bien", reflexiona esta ingeniera aeronáutica, quien reconoce una "sensación amarga" después de tantas horas de trabajo y tanta "implicación personal por parte de todo el equipo".

Ahora "lo que está sobre la mesa" es el camino futuro con dos alternativas, recuperar el proyecto o iniciar otra línea. "Intervienen muchas instituciones, muchos niveles de decisión e incluso la última palabra casi sería a nivel político". Una posibilidad es retomar el proyecto y construir otro satélite gemelo en tiempo récord: "Lo que se ha quemado es la unidad que se había fabricado, pero la parte del desarrollo del programa, el diseño y la ingenería previa a la fabricación está ahí. El conocimiento sigue estando ahí". El inconveniente es si merece la pena seguir con un diseño iniciado hace diez años. Otra alternativa sería comenzar un proyecto nuevo, que sería más moderno y avanzado, pero también más lento, "podría tardar años".

Ingenio formaba parte del programa nacional de exploración de la tierra por satélite "que se empezó formalmente en 2007, con la firma de un acuerdo entre los ministerios de Defensa e Industria" y que consistía en poner en el espacio dos misiones. La primera, PAZ, con tecnología radar se puso en servicio en 2018 y la segunda, una misión óptica era Ingenio que se perdió junto al cohete que lo lanzaba. "Son dos porque eran complementarias. La misión radar ve todo el tiempo, no tiene dependencia de la luz y por tanto da mucha capacidad de adquisición de datos". Pero más que imágenes proporciona una combinación de señales más difíciles de interpretar. Ingenio era la misión radar óptica, encargada de tomar imágenes reales, fotografías, más fáciles de interpretar. Ingenio llevaba dos telescopios cada uno con dos canales de observación, uno pancromático, que cubre toda la parte de la luz visible y otro canal de luz espectral "que hacía pequeñas secciones de la luz visible en rojo, verde, azul e infrarrojo cercano".

¿El objetivo? "Que España tuviera un mapeo con al menos cuatro coberturas nacionales todos los daños de su propio territorio" y también otras partes del mundo que pudieran ser de su interés, como Iberoamérica, Europa o el Norte de África. "En España se usan mucho las aplicaciones por satélite generalmente con las sondas europeas Copernicus. Pero Copernicus toma sistemáticamente lo que toma y no te permite decidir lo que tú quieres tomar. Ingenio nos permitía decidir lo que queríamos mirar".

Las aplicaciones de ambos satélites son de muy amplio espectro en todos los campos. " Ingenio era de naturaleza civil, pero complementa a PAZ, que tiene naturaleza mucho más de Defensa, pero también tiene aplicaciones civiles". Las imágenes de los satélites tienen muchas aplicaciones en campos tan variados como la vigilancia o la agricultura: "Tienen millones de aplicaciones".

Y es que, pese a lo que este tropiezo pueda hacer creer a la opinión pública "España está bien situada en el sector aeroespacial, tenemos grandes empresas que hacen satélites, sistemas de control terrenos o instrumentación". El INTA, por ejemplo, se encarga de instrumentación en las misiones a Marte y empresas españolas harán el nuevo satélite europeo Copernicus (en lo que fue Casa de Torrejón) o el mantenimiento de los centros de control en Alemania.