Francisco Brines falleció ayer, a los 89 años, en el Hospital Francesc de Borja de la localidad valenciana de Gandía, donde ingresó el pasado jueves para ser intervenido con carácter de urgencia por una hernia. La operación tuvo lugar solo un día después de recibir el Premio Cervantes, el mayor galardón de las letras en español, de manos de Felipe VI y la reina Letizia. El delicado estado de salud del autor ya le impidió salir de su domicilio para recibir la medalla el pasado día 23 de abril, por lo que los monarcas acudieron a la finca familiar Elca (Oliva), lugar que inspiró muchos de sus poemas, para entregársela. Ya por su fragilidad y para evitarle los nervios, su entorno no le comunicó hasta el día de antes la visita de los Reyes.

Reconocido con el Premio Nacional de Literatura, el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, el Internacional de Poesía Federico García Lorca y el Nacional de la Crítica, Francisco Brines era hijo de agricultores y consiguió estudiar Derecho y Filosofía y Letras en Madrid para, ya en los años cincuenta, empezar a destacar. Fue profesor de Literatura Española en la Universidad de Cambridge y después de Lengua Española en la de Oxford.

En el año 2000, Brines fue elegido miembro de la Real Academia de la Lengua (RAE) para ocupar el sillón X, en sustitución de Antonio Buero Vallejo. Ese año fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad Politécnica de Valencia.

Alejado de la poesía social de los miembros de su generación, el autor escribía una poesía elegíaca que se movía entre la celebración de la belleza y la melancolía por el paso del tiempo y la caducidad de la vida.

En 1960 fue premiado con el Adonais por su poemario Las brasas, donde mostraba la carnalidad y sensualidad de su poesía y en 1966 publicó el poemario Palabras a la oscuridad, versos de amor y de encuentros con el que obtuvo el Premio Nacional de la Crítica. Con El otoño de las rosas, considerado una de las cimas de la poesía española de la segunda mitad del siglo XX, recibió en 1987 el Premio Nacional de Literatura y con La última costa, en 1998, el Premio Fastenrath 1998. En Ensayo de una despedida (1997) recoge su producción poética desde 1960 a 1997. En 1999 recibió el Premio Nacional de las Letras Españolas por el conjunto de su obra, y en 2010 el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.