Escritor y crítico. La estrella del momento tiene nombre y es el alias de Roberto Enríquez (Madrid, 1971). Rodeado de amigos como Almodóvar, Andreu Buenafuente y Berto Romero estrena su serie, Maricón Perdido, un relato duro, veraz y vital sobre su vida que encantó y emocionó el pasado viernes en su lanzamiento en el Festival de Málaga.

Bob Pop se levanta una mañana y descubre que quieren hacer una serie sobre su vida. ¿Cómo digiere uno todo eso?

Fue un proceso muy paulatino, un ofrecimiento de TNT que me daba mucha seguridad pero, sobre todo, fue decisivo el apoyo de Berto, una persona a la que le tengo una confianza ciega tanto en lo profesional como en lo personal. Yo sabía que junto a Berto todo me saldría bien, porque lo que no quería era hacer una mierda de serie ni el ridículo. Por eso me he apoyado tanto en el criterio de Berto para crear entre los dos con mucha complicidad.

¿Cómo decidió en qué momento entraba la realidad y en cuál la ficción en los guiones?

Eso nunca lo sabes mientras estás escribiendo. Primero, yo nunca había escrito guiones. Me atrajo mucho el formato, la libertad que proporcionaba contar una historia con las imágenes que yo decidiera. Yo lo que quería era contar lo que he vivido y sentido pero siempre a favor de obra conmigo mismo. Durante el proceso de escritura también hubo cierto sentimiento de justicia poética. Vamos a ver: has sufrido mucho, has comido mucha mierda, has tocado fondo pues ya es hora de salir adelante y contar esta historia. En la serie hay cierto regusto a compensación. Se me ha ofrecido alzar mi voz, una voz que durante tanto tiempo ha estuvo denegada.

Maricón perdido es una historia sobre la incomprensión y el dolor que ejerce una sociedad ante todo aquello que no comprende. En la serie subyace un retrato generacional en un periodo histórico de este país.

Yo creí que iba a ser una historia generacional cuando estaba escribiendo el guion, pero a medida que la serie iba cogiendo cuerpo todo eso se fue diluyendo; sobre todo, cuando el director, Alejandro Marín, me hablaba de los guiones con emoción y sentimiento. Eso me dejó mucho más tranquilo: al comprobar que una persona con veinte años menos que yo sentía todo eso la serie tomó otra dimensión, mucho más popular, no tan ligada a la época que estamos mostrando.

Candela Peña interpreta a su madre. Dice usted que ya se ha convertido en su madre.

Hablo más con Candela que con mi madre...

Debe de ser difícil escribir sobre la madre de uno...

He sido muy injusto con mi madre. Y seguramente si viera la serie, aunque sé que no lo va a hacer porque nunca ha leído nada de lo que he escrito ni visto lo que he hecho, seguramente me tacharía de cruel. Pero es que yo tengo que explicar qué pasaba por la cabeza de ese niño cuando vivía a su lado; esa dualidad entre la admiración y el amor absoluto frente al terror y la decepción. Todo lo que pasaba por la cabeza de ese yo joven sobre esa figura tan importante que para él debería ser salvadora y no lo era.

El gran acierto de Maricón perdido es la honestidad en su relato.

No sé hacer las cosas de otra manera. A mí me encantaría ser otro tipo de narrador y tener muchas más herramientas, pero no lo soy. Tengo la sensación de haber llevado toda la vida escribiendo y trabajando en la TV para contar la verdad. Y si lo puedo hacer de la manera más honesta, es lo que más me gusta. Por eso está presente Almodóvar, Andreu, Berto, todos los autores que me han enseñado a tener herramientas para poder contar la verdad sin que fuera agresiva, ni demasiado directa y salvaje, ni por supuesto aburrida.