El vehículo superpop de Guille Milkyway rompe este verano su hibernación pandémica con una pequeña gira que lo lleva hoy al festival Jardins de Terramar, en Sitges. El líder de La Casa Azul considera algo “fuera de la realidad” juzgar los festivales de verano como “disparadores de la quinta ola” de COVID.

El año pasado, La Casa Azul no dio conciertos, pero este verano se ha decidido. ¿Cómo ha sido?

Había que decidir si adaptábamos nuestra propuesta a la situación o no, en cuanto a escenografía, ya sea pantallas o luces, y los requisitos económicos que comporta. Porque viajamos 13 o 14 personas. Al final decidimos que esta era nuestra propuesta y que no la cambiaríamos, porque sería traicionarla. Hay cierto peligro de que esto se aproveche para que gente que trabaja cobrando a la baja, muy al límite, deba rebajar todavía más.

Su música invita a la evasión y a la celebración compartida, lo cual parece muy propicio para estos tiempos.

Llegué a pensar que podía ser incompatible porque tiraba hacia la no contención. Pero la sensación que estoy teniendo en los conciertos es muy parecida a la de cualquier otra época.

El estudio, con las cifras de contagios del Cruïlla, Canet Rock y Vida, superiores a las esperadas, ha levantado polvareda. La Casa Azul actuó en el festival Cruïlla. ¿Cuál es su percepción?

Yo tuve la sensación de estar en un entorno extraseguro. Todos estamos en entornos masificados a diario: en el transporte público, en la oficina, en los restaurantes… Y sin cribajes. Y ahí no piensas que estés haciendo una cosa de gran riesgo. Hablar de los festivales como disparadores de la quinta ola me parece fuera de la realidad y de cualquier análisis científico. Todo esto se ha polarizado mucho, pero creo que deberemos aprender a convivir con esta situación de la manera más normalizada. Porque, ¿seguir parados tiene sentido? Que las portadas y los titulares acaben siendo esos contagios, cuando los festivales han sido los únicos entornos con gente cribada de forma masiva, no creo que sea la mejor manera de enfocar la situación.

La Casa Azul publicó un single en marzo, Entra en mi vida. ¿El camino de un nuevo álbum tras La gran esfera (2019)?

Antes de la pandemia ya estaba empezando a hacer canciones y tenía un planning y todo, algo que nunca hago. Si antes me costaba planificar, ahora todavía más, pero sería deseable que antes de Navidad salieran al menos dos singles. Y un álbum en 2022.

Actualmente hay muchas maneras y ritmos para dar a conocer la música. ¿La suya es ir publicando singles y reunirlos al final en un álbum?

La gran ventaja de la situación actual en el mundo de la música es que permite hacerlo todo. Puedes ir sacando canciones, pero también un disco conceptual. Es compatible. Lo que a mí me hace sentir cómodo es que puedes hacer que no pase mucho tiempo entre la creación y la publicación. Eso es algo deseable, porque estamos en movimiento, cambia nuestro entorno y nuestra sensibilidad, y hablar de un disco cuando a lo mejor ha pasado mucho tiempo desde que lo grabaste no es lo más conveniente.

En estos conciertos incluye un homenaje a Raffaella Carrà, colando el estribillo de Rumore en La revolución sexual. Tuvo ocasión de conocerla en la gala para seleccionar al candidato de Eurovisión 2008. ¿La reivindica musicalmente, por encima de la figura televisiva?

Al 100%, pero no paso por alto su aportación al discurso televisivo. Soy un loco de sus discos, sobre todo los de los 70. Rumore es rockera y discotequera al mismo tiempo. Y como persona me deslumbró: mujer ultrafuerte, con un magnetismo total. Luego, en la televisión, trataba de que brillara el invitado, no de aprovecharlo para hacer su espectáculo. Era crítica con la televisión muy guionizada. Recuerdo que me dijo: “¡Me piden que me reinvente para hacer reality shows! ¡Pero si reality es lo que he estado haciendo siempre, llenando horas de televisión con solo un par de hojas de guion!”