Tras la recepción al emir de Catar, Tamim bin Hamad Al Thani, y su primera esposa, Jawaher Bint Hamad bin Suhaim Al Thani, los reyes continuaron la noche del martes con su papel de anfitriones, esta vez con una cena de gala, la primera que organizaban en seis meses. Pese a la importancia de la cita, Letizia no lució ninguna de las tiaras que forman parte del joyero real. Eligió un vestido largo en color champán con brocados florales y mangas transparentes, obra del diseñador Gabriel Lage. Los pendientes, las únicas joyas que portó, eran nuevos y estaban montados en forma de árbol con diamantes preciosos para destacar aún más su sencillo moño. Por su parte, la jequesa se decantó por un original look negro con una capa corta de piel y brillantes. Tras el saludo, en el que ambos matrimonios se mostraron muy cordiales, todos se dirigieron al Salón del Trono, donde tuvo lugar el besamanos previo a la cena que más tarde los reunió en el Gran Salón del Palacio Real de Madrid.