La barcelonesa Carla Quílez se ha convertido en la intérprete más joven en ganar la Concha de Plata a la mejor interpretación en el Festival de San Sebastián. Hasta el momento, había sido Juan José Ballesta el único menor premiado en esta categoría, ya que tenía 17 años cuando se alzó con el galardón por 7 vírgenes. Pero Carla Quílez tiene 14 y cuando rodó La maternal contaba con solo 13 años.

Pilar Palomero la descubrió a través de su directora de casting, Irene Roqué, que vio uno de sus vídeos en su cuenta de Instagram. Buscaban el perfil de una chica a la que le gustara bailar reguetón, que tuviera desparpajo, fuerza y magnetismo. Pero también que fuera capaz de abordar un personaje tan complicado como el que requería La maternal, el de una adolescente que se da cuenta de que está embarazada cuando se encuentra en el quinto mes y que debido a la complicada relación que tiene con su progenitora, a la que los servicios sociales han estado en varias ocasiones a punto de quitarle la custodia, entra en un centro de acogida donde convivirá con chicas en su misma situación.

“Éramos conscientes de la complejidad y exigencia del papel, incluso lo hubiera sido para una actriz con 20 años de experiencia, porque había que atravesar por muchos estados emocionales diferentes, de la furia a la ternura y mil cosas más”, cuenta Pilar Palomero, la directora de la película. La primera vez que vio a Carla, le pareció muy pequeña y frágil, pero cuando comenzó a hacer improvisaciones con ella, se transformó. “Le salía de dentro una fuerza impresionante”.

La cineasta aprendió a hacer pruebas de selección a actores no profesionales de la mano de director húngaro Béla Tarr, con el que compartió un taller. Se trataba de un ejercicio en el que ella tenía que ir guiando a Carla para que fuera transitando por emociones opuestas. “Lo bordó”. El proceso fue largo, se hicieron más de diez pruebas, algunas de ellas con su madre en la ficción, que interpretaba Ángela Cervantes, para comprobar que entre ellas existía química.

Cuando quedó claro que Carla era la definitiva, Palomero tuvo muchas charlas con ella y con su madre. Sus progenitores estuvieron al tanto de todos los pasos, leyeron el guion, acompañaron a su hija a las pruebas para que supieran en qué consistiría cada una de ellas, todo por si tenían algún reparo.

Un asunto que precisamente adquirió cierta polémica antes del certamen donostiarra a propósito de la película Sparta, de Ulrich Seidl, ya que los padres de los menores que participaron en ella no fueron avisados de la trama, sobre la pedofilia.