Jimmy Kimmel, el relevo de Chris Rock

El veterano cómico regresa como anfitrión de la gala de los Óscar tras presentar las ediciones de 2017 y 2018

El humorista y presentador Jimmy Kimmel.  | // MIKE BLAKE / REUTERS

El humorista y presentador Jimmy Kimmel. | // MIKE BLAKE / REUTERS

Juan Manuel Freire

Tras presentar las ediciones de 2017 y 2018, Jimmy Kimmel vuelve a los Óscar con la complicada misión de hacer olvidar la existencia de Chris Rock o toparse con un momento tan viral como la bofetada que le propinó Will Smith. Por su parte, Kimmel, de 55 años, tampoco es ajeno a la controversia, algo que lo conecta con uno de sus héroes, el agitador radiofónico Howard Stern. Pero sobre todo es un amante de la ironía elegante de David Letterman, cuyo histórico late night siempre le pareció “más importante que dormir”, según escribió en un tributo al icono televisivo para Time. “Cada noche veía su programa con la clase de fervor en ebullición que se usa en los periódicos para describir a adolescentes que lo dejan todo para luchar por ISIS”, dijo. Kimmel también puede jugársela.

Pero la influencia de las tácticas de choque de Stern se traduce en su caso, sobre todo, en grandes bromazos. Kimmel fue despedido de su primer trabajo radiofónico remunerado por, entre otras cosas, gastar bromas pesadas a su jefe en el aire. La tele no entraba en sus planes, pero gracias a su primer programa como (co)presentador (el concurso Win Ben Stein’s money) se llevó un Emmy en 2001, 11 años antes de encargarse por primera vez de la gala de esos premios.

Del concurso pasó a la comedia de sketches medio grosera (The man show, Crank yankers) y, no mucho después, un emblemático late night (Jimmy Kimmel live!) que le mantiene ocupado en la cadena ABC desde 2003. Es el presentador estadounidense que más tiempo lleva al frente de un programa de este estilo, después de que Conan O’Brien se retirara de la competición en 2021.

En la tercera temporada, a Kimmel se le ocurrió despedir un programa pidiendo disculpas al actor Matt Damon por quedarse sin tiempo y tener que cortar su (supuesta) aparición. La broma gustó tanto dentro del equipo que empezó a ser un chiste recurrente. Cuando en 2006 logró sentar finalmente a Damon en el sofá, tan solo le dedicó unos segundos. Y el actor se enfurruñaba, pero era todo una fantástica farsa, como otras etapas de su rivalidad.

El ascenso de Donald Trump a la presidencia potenció un ángulo más político en Kimmel. Debido al giro, la mitad de su audiencia le dio la espalda, según dijo recientemente en el pódcast Naked lunch. Lo político se mezcló con lo personal en su famoso monólogo de 2017 sobre la cardiopatía de su segundo hijo, la tetralogía de Fallot, que afecta al flujo normal de la sangre por el corazón. Lo que parecía una (inédita) confesión personal y familiar se convirtió, además, en recordatorio de cómo se trataba a los niños con anomalías congénitas antes de la ley sanitaria de Barack Obama, la misma que Trump pretendía por entonces desmantelar.

A muchos nos habría gustado que también en los Óscar de 2017 hubiese arremetido con esa sinceridad contra el nuevo presidente, pero se limitó a recordar los comentarios de Trump sobre lo sobrevalorada que está Meryl Streep (fake news, por supuesto). Ese mismo año dedicó mucho tiempo a un momento cómico protagonizado por aparentes turistas a los que se había engañado para entrar en el Dolby Theatre. Por el camino, Kimmel tuvo la ocurrencia de reírse del nombre de una mujer coreano-estadounidense, Yulree, algo que no tuvo gracia alguna y que soliviantó al activismo asiático.

Estuvo bastante mejor en 2018, cuando resolvió con fortuna la papeleta de acercarse al momento #MeToo con empatía a la vez que humor. Buen dardo para la industria: “Hicimos una película llamada ¿En qué piensan las mujeres? y el prota fue Mel Gibson”. O algo para la reflexión: “Si podemos unirnos para parar el acoso sexual en el trabajo, las mujeres solo tendrán que lidiar con el acoso sexual en todos los otros sitios a los que vayan”. Pero no faltó otra broma pesada en más de un sentido, en este caso la visita de Kimmel y una banda de forajidos [incluyendo el caído en desgracia Armie Hammer] a un cine de la acera de enfrente para distraer a la gente que veía tranquilamente Un pliegue en el tiempo.

Lo peor que podía pasarle a Jimmy Kimmel poco antes de estos Óscar era el estreno, el pasado domingo en Netflix, de un especial de comedia de Chris Rock, el hombre al que debería hacer olvidar. Y con catarsis final sobre la bofetada incluida. Pero no minusvaloremos la capacidad de este experto comunicador no solo para entretener, sino también remover, hacer pensar. Si se olvida de montar otro de sus bromazos, puede ser una noche más que llevadera.