Ken Loach dice adiós a su manera con ‘The Old Oak’

El cineasta británico opta por 17ª vez a la Palma de Oro con un drama social ambientado en un viejo pub del norte de Inglaterra

Ken Loach saluda a su llegada, ayer,  a Cannes.   | FOTO: REUTERS

Ken Loach saluda a su llegada, ayer, a Cannes. | FOTO: REUTERS / NANDO SALVÀ Enviado especial

NANDO SALVÀ Enviado especial

Tal vez sea casualidad que la última película de la filmografía de Ken Loach —ya ha anunciado su retirada varias veces en el pasado, pero parece que esta vez va en serio— sea la última de las aspirantes de este año a la Palma de Oro en presentarse en Cannes, pero es probable que no. Para el festival, seguramente, posponer lo más posible el estreno mundial de The Old Oak sea también una forma de posponer la jubilación del director. Con la de este año Loach habrá sumado 17 participaciones en la competición del certamen, y ha ganado en dos ocasiones el citado premio. Y lo mejor que e puede decir de la película —porque, dadas las circunstancias, algo bueno habrá que decir— es que está en consonancia perfecta con la mayoría de sus predecesoras.

Ambientada en un pueblo del norte de Inglaterra duramente golpeado por la crisis económica, contempla cómo la convivencia en la comunidad se ve puesta a prueba con la llegada de un grupo de refugiados sirios. Buena parte de la acción transcurre en un viejo pub que tiene fotografías de luchas proletarias colgadas en las paredes y dos espacios claramente delimitados —en uno impera la solidaridad, en el otro imponen su ley los racistas—, y cuyos parroquianos tienen tendencia a explicar con pelos y señales, y a veces entre lágrimas, sus infortunios y cuestionables formas de pensar. Un lugar, en otras palabras, que bien puede funcionar como metáfora del cine de Loach, dedicado casi íntegramente a defender las causas de la clase obrera.

Como el pub, sus películas —al menos las últimas 15— están pobladas por gente que o solo son muy buenos o solo muy malos, y cuya única función dramática es ejercer de tales; son historias, además, que proponen soluciones demasiado fáciles a problemas muy difíciles, y que recurren sin reparos al didactismo como al melodrama exacerbado para hacer llegar su mensaje y, de paso, tocar la fibra del espectador. The Old Oak es todo eso; de hecho, pocas películas de Loach lo son tanto como ella. Y por eso, considerando el puesto que le ha tocado ocupar en la carrera de su autor, ante ella no hay más opción que quitarse el sombrero.

Tesoros etruscos

Cambiando de tema, especialmente desde El país de las maravillas (2014), la italiana Alice Rohrwacher ha ido desarrollando un método narrativo que toma préstamos del folclore y las leyendas, el fantástico y la herencia cinematográfica de su país y los convierte en películas absolutamente originales que tan solo se parecen las unas a las otras. La que ayer presentó a concurso, “La chimera”, acompaña a un misterioso joven integrante de una banda de ladrones que profanan tumbas y venden al mejor postor las antigüedades que contienen, pero él —que parece tener una habilidad sobrenatural para detectar esos tesoros— no lo hace por dinero, sino para establecer una conexión interdimensional con el mundo de los muertos y, en concreto, con la mujer que fue su amada.

Es una película desbordante de símbolos y metáforas que, aunque carece de la precisión formal y conceptual de la que hasta la fecha es la obra maestra de Rohrwacher, Lazzaro feliz (2018), confirma a la directora como una de las voces más singulares y creativas del cine actual.