Jesús López, de 45 años, se enfrenta cada mes de septiembre al dilema de todos los inicios de curso: escoger las actividades extraescolares de sus hijos, Ramón, de doce años, y Carmen, de siete; sobre todo, las de esta, ya que debe elegir entre natación y piano. O una, o la otra; imposible las dos, al solaparse los horarios.

El piano le encanta a la niña, no así nadar, que le aburre. Pero el padre cree que es imprescindible hacer algún deporte, por lo que se resiste a "borrarla de la piscina", a la que acude dos veces por semana desde que tenía tres años. Al final, el padre escoge lo que más le gusta a Carmen, tal ha sido la insistencia de la pequeña, aunque le queda el resquemor de que este año después del colegio no hará suficiente ejercicio físico, pues la ha apuntado a piano e inglés. "¿Por qué no la apuntas a baloncesto o a baile?", le señala un familiar. Jesús no está dispuesto a que la niña llegue a casa a las 19.30 horas y se ponga entonces a hacer los deberes. Pero duda: "¿Hago bien?".

Todos los expertos consideran que realizar actividades al acabar las clases en el colegio es un hecho positivo ya que puede ayudar al niño a complementar su desarrollo. Pero todos ellos también advierten que una sobrecarga de tareas es contraproducente, porque el pequeño puede sentirse estresado, cansado, y su rendimiento, disminuir. Los niños no pueden tener un horario de adulto.

Los integrantes del Observatorio del Juego Infantil, dirigido por Gonzalo Jover, catedrático de la Universidad Complutense, recomiendan dosificar las clases extraescolares y dejar más tiempo libre para jugar, ya que el juego fomenta la creatividad, la autonomía y la salud.

En la sociedad actual ya no es suficiente con sacar adelante los estudios ordinarios, sino que los niños deben hacer frente a la prolongación de su actividad, entre otras razones, como consecuencia de las largas jornadas laborales de los progenitores. Un fenómeno que se asocia a la adultización del niño y que corroboran los resultados del estudio El juego y el juguete en la sociedad actual (de noviembre del 2010), realizado por Juegorama. Según este trabajo, el porcentaje de niños españoles que juega al salir del colegio se reduce con la edad: juega el 82% de menores de edades comprendidas entre tres y cinco años; el 69% de entre seis y ocho; el 59% de entre nueve y diez, y sólo el 39% de 11 y 12 años.

La pedagoga Imma Marín, integrante del Observatorio del Juego Infantil y presidenta en España de IPA, asociación internacional que vela por el derecho universal de los niños y las niñas a jugar, apunta que "parece que los adultos necesitemos organizar el tiempo libre de los niños en un cúmulo de actividades que, si bien cada una puede resultar interesante, sumadas pueden ejercer una presión excesiva".

Según Marín, "bajo una sobrevaloración de las actividades útiles, olvidamos que el juego es la actividad que posibilita la sana digestión de los conocimientos y aprendizajes, así como de las experiencias vividas por los niños". "Jugar €agrega€ es una fuente inagotable de placer, que permite un crecimiento armónico del cuerpo, la inteligencia, la afectividad y la sociabilidad. Ahora y siempre, el juego es y ha sido un elemento fundamental en el desarrollo de la persona. Sin embargo, las agendas de nuestros hijos dejan poco espacio al juego".

Los pediatras recomiendan también sentido común a la hora de planificar las actividades extraescolares. "Los padres no se deben plantear el desarrollo de estas actividades como una carrera contrarreloj", señala Antonio Redondo Romero, pediatra de atención primaria y director de la web de la Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria.

Todos los especialistas coinciden en que las actividades extraescolares son beneficiosas para el rendimiento de los alumnos. Les ayudan a organizar el tiempo libre, contribuyen a su formación y les permiten desarrollar habilidades sociales y cognitivas. Bien organizadas, estas tareas se asocian a un mayor nivel educativo, más competencias interpersonales, mejor pensamiento crítico y madurez personal y social. Así lo ratifican estudios como uno del departamento de Psicología de la facultad de Educación de Córdoba: Actividades extraescolares y rendimiento académico de los estudiantes de secundaria.

El resultado de esta investigación es que los alumnos que hacen deporte o estudian música o pintura, por ejemplo, obtienen mejor rendimiento que el resto, en especial, quienes desarrollan actividades académicas y, más todavía, si compaginan estas con la práctica deportiva. La clave para elegir las actividades, cuántas y cuáles, reside en valorar las necesidades y las capacidades de cada niño.

Lo importante, explican los expertos, es que se planifiquen y se escojan aquellas que gusten al niño. No se debe obligar al pequeño, ni orientarle hacia los gustos de los progenitores, sino ver los suyos, su edad y aptitudes. Y, puestos a elegir, mejor combinar prácticas deportivas, de ocio y académicas.

Para todos los gustos

Las actividades extraescolares se clasifican en tres grandes ámbitos: deportivas, de ocio y académicas. Cada una aporta diferentes beneficios, aunque no todas son válidas para todos los menores. Si se aconseja al elegirlas el valorar los intereses, las capacidades y las necesidades del niño es porque una elección inadecuada puede provocar rechazo, aburrimiento y hasta abandono de la actividad.

Fútbol, baloncesto, natación o voleibol son algunas de las prácticas deportivas más frecuentes. Además de favorecer el buen estado físico de los alumnos, ayudan a ampliar la capacidad de coordinación, la psicomotricidad, flexibilidad y agilidad. Los deportes desarrollan en los niños valores como la disciplina, el compañerismo, el respeto, el espíritu de equipo, la superación y la competitividad.

Los deportes de grupo (fútbol, baloncesto...) son recomendables para alumnos con problemas de socialización o timidez, ya que ayudan a desarrollar relaciones con los compañeros y aportan seguridad. Los individuales (artes marciales, tenis...) son óptimos para alumnos hiperactivos o con exceso de agresividad, pues aprenden a descargar la energía.

Danza, ballet, teatro, pintura o música son las principales actividades extraescolares dentro del ámbito del ocio. Los aspectos que más trabajan son la expresión y la capacidad creadora. Fomentan la imaginación, la comunicación y la destreza manual y visual.

En cuanto a las actividades académicas, las más demandadas son el aprendizaje de idiomas y la informática. Permiten reforzar los conocimientos adquiridos en la escuela o mejorarlos. Es recomendable que se les dé un carácter más lúdico y menos académico que en el colegio.

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