El cáncer de mama, el más frecuente entre las mujeres, se cura en muchos casos. Ese porcentaje de supervivencia, de en torno al 80%, debería hacer replantear la idea que se tiene de estos tumores como una enfermedad inevitablemente mortal.

De hecho, ahora muchas afectadas afrontan este cáncer con una actitud positiva e, incluso durante el tratamiento, intentan continuar con su vida cotidiana.

Una lección de normalidad que creen que debería asumir la sociedad. Seis mujeres que han vivido el cáncer y hoy están curadas nos cuentan su experiencia.

A la periodista madrileña Marga Becedas, casada y con una hija (Amaya, de nueve años), el cáncer le pilló "desprevenida". Fue a recoger los resultados de una revisión -"¡por favor, políticos, no recorten en mamografías que dan vida", clama- y se encontró con un tumor. Era a finales del 2007 y tenía 40 años. "No fui consciente del diagnóstico hasta que vi a Pedro (su marido) y a Amaya en el parque donde me esperaban-explica-. El cáncer deja de ser terrible cuando lo padeces para convertirse en parte de tu vida. Es curioso cómo se hace cotidiano. Es la amenaza más importante, pero es una más".

Ella lo califica como "una gran jodienda". "La quimioterapia es insoportable -narra-. Es entonces cuando descubres lo que realmente es estar enferma. Y lo dice alguien que soporta el dolor y que debido a una dolencia crónica (sufre lupus) creo que estaba en mejores condiciones para asumirlo.Tras una sesión de quimio, durante tres o cuatro días me metía en la cama y no quería, no podía, saber de nadie. Estás cansada, te sientes morir, no tienes fuerzas, y eso que yo tuve un gran apoyo en Pedro, Amaya -es increíble como los niños se adaptan a la situación- y mi oncólogo".

Marga hace tiempo que recuperó su vida, su trabajo. "Pero las cosas no han vuelto a ser igual porque yo he cambiado. A veces me preguntan si el cáncer me ha hecho mejor. Yo creo que te hace mejor cualquier dificultad. Es muy sano ver la vida desde otros puntos de vista, y eso hace la enfermedad, ponerte en un sitio que no habías imaginado. Te cambia, porque de repente hay que priorizar. Personalmente, ahora soy más radical, olvido lo que no me interesa y lo que me agrede. Desechas cosas y fortaleces las que te importan".

Dice que "hace tiempo que dejé de ver las cicatrices que tengo, porque se han hecho parte de mí". "Me las trajo el camino y seguiré adelante con ellas. Lo que más me duele es la herencia genética que le voy a dejar a mi hija".

Funcionaria municipal jubilada de Barcelona, de 72 años, asegura que el cáncer no ha cambiado su vida y que se siente "afortunada" porque "todo fue muy bien". Ella y su marido, Ramón, reparten su tiempo entre "sus cosas" y sus hijos y nietos. Le diagnosticaron un tumor de mama del tipo hormonal en el 2010. "Me dijeron que tenía más de dos centímetros y que era bastante agresivo. Se me cayó el mundo encima, pero mi planteamiento fue: ´Tengo muchos motivos para tirar adelante, ver crecer a mis nietos, un matrimonio feliz´. La verdad es que en ningún momento pensé que de esa moría", asegura. "Antes, cuando hablaban de cáncer, se daba por hecho que de esa se moría, hoy hay muchos recursos", comenta. "Aunque, cuando llegué al hospital de Vall d´Hebron para tratarme y vi grabado en la pared el lema ´adelante y de cara´, me emocioné; y sí que temía una merma de capacidades".

Le hicieron una mastectomía, es decir, le extirparon todo el pecho; se trató con quimioterapia, radioterapia y, tras el alta, toma terapia hormonal. "La quimio la toleré muy bien, sólo sufrí alguna molestia como náuseas. Coincidió que mi marido estuvo hospitalizado e iba cada día a visitarle; intenté siempre hacer vida normal".

Su buen recuerdo es "del vínculo que estableces con las demás pacientes, yo creo que eso ya es una forma de terapia". "También -añade- estableces una intensa relación con el equipo médico, yo aconsejo tener una total confianza en él y en que se va a salir adelante".

No se plantea la reconstrucción del pecho, dice sentirse cómoda así. "Esto depende de cada una, igual que cuando se cae el cabello por efecto de la quimio, es un símbolo que hace que los demás te vean como una enferma, más que sentirte mal tú. Yo me hice una peluca y la usé poco". "Hoy -concluye-sólo tengo miedo a una recaída cuando voy a un control".

De 44 años y con dos hijos pequeños, esta ama de casa madrileña recuerda el cáncer como "una tortura". Se lo detectó ella: "El pezón se estaba deformando; meses antes me había hecho una mamografía en la que no se veía nada, pero me puse cabezona y gracias a eso lo detectamos pronto". Entonces empezó "un calvario difícil de explicar€ Sólo puedo decir que no le deseo esto ni a mi peor enemigo. Es una tortura física y psicológica. ¿Para cuándo una vacuna que mitigue tanto dolor?".

"Quería erradicarlo por completo, tenía que luchar con todas mis fuerzas por mis pequeños", cuenta. Y reconoce que hubo momentos en los que estuvo a punto de rendirse. "Estaba tan mal tras la quimio que todo me daba igual. Hasta llegué a pensar que se acabara todo, porque no podía más. Estaba muy rabiosa. No puedo explicar por qué, pero nada lo mitigaba", recuerda.

Pero, como dice ella, el ser humano aguanta hasta extremos que no conoce. Pasó el tratamiento, y ahora ha recuperado su vida normal, a sus hijos, ir al parque y no quiere pensar en el cáncer. Reconoce que le resultó duro retomar una rutina al margen de los médicos -"¡el primer día sin ellos no sabía qué hacer!"-.

Elena afirma que el cáncer le ha cambiado: "Me importan pocas cosas, creo que me he vuelto una pasota, y doy valor a otras que antes ni me fijaba, como un amanecer. Soy feliz cada mañana cuando me levanto sin que me duela nada, poder preparar el desayuno, llevar a mis hijos al colegio...Nunca antes había pensado en la muerte, ahora me levanto agradeciendo un nuevo día. Pero ¿era necesario pasar por eso para entender la vida?".

A esta gaditana de origen y gerundense de trayectoria, de 63 años y cantante de copla y flamenco, le diagnosticaron un tumor en el 2005. Sufrió un leve accidente de tráfico y al comprobar un hematoma en el pecho se notó un bulto. "Cuando el médico me dijo que tenía ´tres células malignas que había que quitar´, me desplomé, pero sólo por un minuto; le dije a mi marido: ´La vida no se acaba aquí´".

Le extirparon el tumor, que estaba en la aureola, y quedó dañado el pezón; hace poco se sometió a una reconstrucción de este. "La primera sesión de quimioterapia fue un 31 de diciembre y yo fui con el carro de la compra, al llegar a casa vomité y me puse a preparar la cena de Fin de Año para 16 personas. No vomité más en todo el tratamiento", recuerda.

Dice que su marido "lo llevó peor que yo, aunque yo también pasé mis malos ratos". "Es cuestión de carácter -opina-, una hermana mía pasó por un cáncer, ella de ovarios y del que murió el año pasado, y desde el principio, pensaba que no lo superaría. Yo soy de coger el toro por los cuernos".

Ana suele ir al hospital "a dar ánimos a la gente", como voluntaria de la Asociación Española contra el Cáncer. "A las mujeres con un tumor de mama les digo lo que a mí me ayudó: que esta es una enfermedad un poco más rabiosa que otras, pero que hoy se puede curar en muchos casos".

Traductora y empresaria de 48 años, está volcada en su empresa de traducción en Barcelona (Tradel BCN), que trabaja con algunas compañías importantes, sobre todo de Italia, donde vivió diez años. Un día, en el 2004, se notó un bulto en el pecho y le diagnosticaron un tumor. No fue necesario extirpar toda la mama, pero sufrió un linfedema (una afectación de los ganglios linfáticos de la axila que causa una hinchazón del brazo) leve y que mantiene a raya cuidando su alimentación, el ejercicioAsegura que lo de cuidarse lo aprendió con el tumor: "Yo que presumía de estar sana, de ser deportista, autosuficiente y resistente aprendí a pedir ayuda, a relativizar ciertas cosas, a disfrutar más del momento, toda una lección de vida".

"El diagnóstico fue una bofetada, lo que menos te esperas es que te pase a ti. Pero nada más salir de la consulta del médico decidí no venirme abajo. Me ayudó centrar las energías en mi empresa para preparar todo para ausentarme", explica. Aunque durante el tratamiento siguió trabajando lo que pudo, "pero otra cosa que aprendí es a delegar, y mi equipo salió reforzado".

"Me operé -continúa- en el hospital Clínic y fue una bendición, antes de la quimioterapia, empezar rehabilitación (en gran medida para prevenir el linfedema) en la unidad de Montse Gironés y conocer a las mujeres de la asociación gAmis. Esperaba un panorama deprimente y me encontré con un grupo de gente con muchas ganas, con quien podías compartir tus dudas y que desdramatizaba la enfermedad. Es importantísimo tener apoyo. La quimio es una fase dura, en la que te encuentras peor, y eso que yo, cuando me operaron el tumor, ya estaba convencida de que me iba a curar".

Elena reivindica "seguir siendo una misma". Ella empezó una relación amorosa "en mi peor momento y sin pelo, siempre digo que eso deberían incluirlo en la terapia", se ríe. "No sé si la actitud positiva influye en la curación, pero al menos ayuda a pasar los malos momentos", añade. Nada más curarse, se implicó en el proyecto empresarial de un amigo. "El cáncer es un paréntesis más de tu vida, se abre y se cierra -señala-. Después, no es que se te olvide que lo tuviste, es una experiencia muy dura, pero piensas que lo has superado. Lo recuerdo cuando tengo algún bajón. Por lo demás, voy a mi revisión anual y no me preocupo más que cualquier otra mujer".

Con 50 años, ha sufrido dos tumores de mama -"aclaro que dos, porque uno no tiene que ver con el otro"- en los últimos 15 años y ambos los ha superado. "Este verano -explica- me dieron el alta tras el segundo y reconozco que lo llevé peor que el primero. Y eso que los avances son increíbles. La quimio, que es la que de verdad te machaca, ha mejorado, pero mentalmente estaba menos preparada para afrontar todo lo que el tratamiento conlleva". Isabel cree que tiene que ver con sus hijos: "En el primer tumor tenía los niños pequeños, ahora, no dependen de mí".

Vive en Oropesa del Mar (Castellón), donde, tras pasar el verano trabajando en el sector de la hostelería, actualmente está en paro y afronta el futuro con incertidumbre, pero no por el cáncer: "Estoy curada y tengo que seguir mi vida. Sí que el pasar por unas circunstancias como estas, y en mi caso dos veces, te hace ver la vida de otra manera Pero no nos engañemos, ahora lo que me preocupa es encontrar un trabajo porque tengo que seguir viviendo".