Sir John Harrington, Alexander Cummings, Thomas Crapper. Probablemente a la mayoría estos nombres no les suene familiar, pero todos ellos tienen una importancia capital para el nacimiento y desarrollo de uno de los inventos más relevantes en la historia de lo que venimos en llamar hogares modernos: el inodoro. Tras inventarlo Harrington en 1596, Cummings se encargó de patentar en 1775 un diseño de retrete parecido al que tenemos hoy en día, mientras que en 1884 el hojalatero Crapper le agregó el sifón.

Desde entonces llevamos siglos utilizando el llamado escusado de asiento convencional, pese a que se ha demostrado que el diseño que seguimos actualizando hoy en día no es ni el más eficiente ni tampoco el más saludable.

Especiales médicos quedaron sorprendidos hace varias décadas por la escasa incidencia de problemas intestinales y digestivos que detectaban entre la población de los países en desarrollo comparado con los países occidentales avanzados. Tras analizarlo, los expertos llegaron a la conclusión de que esta circunstancia no solo estaba relacionada con la dieta, sino también con la posición que adoptan al evacuar y el tiempo que utilizan para hacerlo.

Mientras el tiempo medio que un habitante de un país occidental supera los 2 minutos, en muchos países en desarrollo donde la mayoría de inodoros son muy básicos o bien las necesidades se hacen directamente en la calle o el campo, el tiempo medio no llega ni al minuto. Además, en estos casos la posición que se adopta no es sentada, sino en cuclillas, con los muslos flexionados sobre el abdomen. Y ahí está la clave que explica por qué en los países en desarrollo los problemas intestinales y digestivos son menores.

Resulta que cuando estamos sentados en el retrete, una posición que evidentemente no es natural, el canal anal se sitúa en un ángulo de 90 grados, lo que provoca que se constriña el colon y necesitamos hacer más esfuerzos para evacuar, algo que se asocia a problemas varios como hemorroides, estreñimiento y otras patologías intestinales, digestivas e incluso relacionadas con problemas de erección.

En cambio, la posición en cuclillas hace que este esfuerzo sea mucho menor y, por tanto, se minimice el riesgo de sufrir problemas de salud. "De esta manera disminuye la capacidad de la cavidad abdominal y aumenta la presión intraabdominal, que favorece la expulsión", según apunta el médico estadounidense Henry L Bockus, uno de los fundadores de la gastroenterología moderna.

Ahora bien, ¿debemos ahora acuclillarnos para ir al baño? No es necesario. Sería suficiente con elevar las rodillas cuando vayamos al baño, de manera que consigamos cambiar el ángulo pélvico de 90 a 35 grados y de esta forma relajar los intestinos.

Para ello no es necesario prescindir de nuestro inodoro, sino que sería suficiente simplemente con recurrir a un pequeño taburete para colocar nuestros pies. Estos nos permitiría reducir el constreñimiento en la curva donde el colon se une con el recto y reducir, por tanto, los problemas de salud asociados a una mala postura cuando nos sentamos en el retrete.