"He invertido en Twitter porque creo en su potencial para ser la plataforma de la libertad de expresión alrededor del mundo". Incluso antes de oficializarse su compra de la red social por 41.000 millones de euros, el magnate tecnológico Elon Musk ya había dejado claro que su apuesta no respondía a una cuestión de poder o dinero, sino de principios. Más allá de las intenciones reales que esconde la operación, su promesa de "transformar" Twitter en un paraíso sin restricciones a lo que uno puede decir es mucho más complejo de lo que parece.

La compra de Twitter por parte del hombre más rico del planeta ha abierto un mar de dudas sobre cómo eso afectará al funcionamiento de la red social. En los últimos meses, Musk ha criticado las políticas de moderación de contenido de la plataforma, señalando que no respetan el concepto absoluto que tiene sobre la libertad de expresión. Eso hace pensar que, tras tomar el control, podría limitar esa moderación.

Musk también ha remarcado que no le gustan las suspensiones permanentes de cuentas y que aboga por suspensiones temporales. Eso podría abrir la puerta de Twitter al regreso del expresidente estadounidense Donald Trump, a quien se expulsó por apoyar la insurrección violenta de parte de sus seguidores contra el Capitolio de Washington, en un intento de frenar por la fuerza la certificación de la victoria electoral de su contrincante, Joe Biden.

Problema mayúsculo

Con 353 millones de usuarios activos al mes en todo el mundo, Twitter es pequeña en comparación con FacebookInstagram YouTube. Sin embargo, su influencia no es directamente proporcional con su volumen de seguidores, sino mucho mayor. Twitter uno de los principales espacios de comunicación digital para políticos, periodistas y activistas en todos el mundo, una "plaza pública" que hace que su funcionamiento sea clave para modular la opinión pública global en cuestiones políticas, sociales y culturales.

Este martes, Musk dio alguna pista más de sus intenciones. "Por 'libertad de expresión' me refiero simplemente a lo que se ajusta a la ley. Estoy en contra de la censura que va más allá de la ley", tuiteó. Aplicar esta interpretación absolutista a Twitter no es ni fácil ni recomendable. Una plataforma que ha ido por ese marginal camino es 8kun, anteriormente conocida como 8chan, conocida por albergar debates sobre pornografía infantil, por ser el hogar donde surgió la conspiración trumpista QAnon y por ser el espacio donde terroristas neofascistas como Brenton Tarrant publicaron manifiestos antisemitas, misóginos e islamófobos antes de perpetrar varias matanzas.

La realidad es también mucho más compleja que el tuit de Musk, que se limita al contexto de Estados Unidos. Ahí, la Primera Enmienda de la Constitución garantiza una interpretación muy ancha de la libertad de expresión. Así, la pornografía, la desinformación, el discurso de odio contra minorías raciales, la homofobia o la exaltación del nazismo quedan amparadas por ese principio y no se consideran ilegales.

Sin embargo, sólo un 25% de los usuarios son de EEUU. Twitter es una plataforma internacional con impacto en países muy distintos con leyes muy distintas. En Alemania, la legislación prohíbe el nazismo, y en Japón -el segundo país con más usuarios de la plataforma- el porno duro es ilegal. ¿Qué pasará entonces? ¿Y en los países donde la ley usa conceptos como 'terrorismo' para perseguir y silenciar a la oposición? Más allá de tuits simplistas, Musk deberá dar respuesta a eso.