LOS VIEJOS TIEMPOS
Fue sincero y preciso: “Soy un presumido 1,85”.
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Hay días en los que no merece la pena servirse de ayuda a uno mismo.
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La promisvacuidad sería entonces el arte de solazarse con la nada, con la fantasía de esas múltiples conquistas que nunca llegaron.
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Lleva siempre escondida consigo la flor con la que te quiere obsequiar. Pasas de largo, cual ave migratoria que busca el eterno verano, ajena a esa oportunidad.
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El nacimiento es el hito biográfico del que más veces se lamenta el hombre cabal.
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Ahora ya sé de qué pie cojea mi pie.
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Sísifo era como cualquiera de nosotros: un simple mozo de carga.
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En los cuentos de hadas, las hadas tampoco cuentan.
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Quien recuerda los viejos tiempos, también tiene tiempo para recordar lo viejo que es.