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Pelágicos a la vista: problemas a la proa

Pelágicos a la vista: problemas a la proa

Parece que fue ayer y los barcos pelágicos franceses e irlandeses, me dicen varios marineros gallegos, ya se están preparando para seguir utilizando las aguas del caladero nacional Cantábrico Noroeste como campo de experiencias pesqueras. Es decir, en cuestión de semanas, esos barcos que no son bienvenidos por sus artes de pesca, compartirán nuevamente caladero con la flota de Galicia y esto no causa ninguna simpatía entre los nacionales, conscientes de que las autoridades pesqueras españolas son conocedoras -como ellos- de que esos barcos actúan en aguas españolas con artes que la Administración de España prohibe en esas mismas aguas a los barcos de pabellón nacional.

Galicia y Asturias no están conformes con esa cierta laxitud con la que los servicios de inspección, tanto españoles como de la UE, tratan a los barcos pelágicos que capturan todo cuanto aparece ante sus aparejos. Mucho más, inmensamente más, que el arrastre, arte que los cerqueros tampoco ven con buenos ojos pero con el que están más o menos habituados a convivir.

Si unimos a todo esto que los pelágicos irlandeses y franceses tampoco acatan las normas establecidas en aguas españolas para los barcos nacionales, con descansos el fin de semana y festivos de ámbito nacional o comunitario que para ellos no cuentan, tenemos la tormenta perfecta y los más veteranos recuerdan con insistencia el triste episodio de La Gabrielle, embarcación gala que los barcos del Cantábrico -especialmente los de Burela- acabaron por aprehender y conducir a puerto durante la conocida como "guerra del bonito" o de las volantas cuando estas estaban prohibidas por la UE y los pescadores franceses no hacían suya tal prohibición.

Recordar ahora esos hechos no es sino poner sobre la mesa la posibilidad de repetir la "hazaña".

El mayor temor por parte de los pescadores gallegos se recoge en un sentimiento cada vez más extendido: el verdel puede no llegar a estas aguas por culpa de los pelágicos y arrastreros europeos -no españoles- que lo capturan en aguas a las que la flota del Cantábrico Noroeste no puede acceder por sus limitaciones de tamaño y disponibilidad de combustible, y la irrentabilidad de las cuotas concedidas a la flota española (para esos arrastreros y pelágicos europeos no se fijan cuotas y pueden "llenar barco y lancha" todas las veces que les venga en gana). Si los gallegos, asturianos, cántabros y vascos no lo pescan, es su problema. Y si algo de verdel (xarda) "pasa" la prueba de los pelágicos, ya se encargarán los barcos vascos de capturarlo en las inmediaciones de la desembocadura del Bidasoa y aledaños.

El recado va para la Secretaría General de Pesca: puede ser este el primero de varios conflictos a los que dar solución antes de que lo que hoy son solo auspicios se convierta en una triste realidad de enfrentamientos entre artes y colegas de la pesca comunitaria.

Aquí, en Galicia, los pescadores quieren que las normas en el caladero nacional sean las mismas para todos -incluidos los barcos portugueses y franceses adquiridos por armadores españoles para pescar en el Cantábrico Noroeste-. No respetar topes de capturas ni descansos de fin de semana, implica para "los de casa" vender sus capturas a precios muy inferiores a los que logran los extranjeros porque venden en las lonjas gallegas casi cuando los barcos de Galicia ponen rumbo al caladero y, de retorno de este, se encuentran con los mercados saturados.

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