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Las almejas no son moras

Las almejas no son moras

Las mariscadoras gallegas están cansadas de sugerir a los bañistas que se olviden de que, en la arena de las playas que visitan durante el verano, viven unos moluscos -berberechos, almejas, etc.- que, cocidos o a la plancha, son verdaderos manjares. Y lo son más, todavía, si esos animalitos de concha les salen gratis.

A quien no salen así es a las mariscadoras. Tampoco a las cofradías y a la Administración pesquera gallega que, año tras año, invierten importantes cantidades de dinero en resembrar los arenales, en removerlos para evitar que la acumulación de algas asfixie los moluscos y constatar que las riadas provocadas por las lluvias no afecten a la salinidad del mar allí donde los moluscos crecen y engordan. Estos animalitos tan sabrosos cuestan dinero, a las mariscadoras y mariscadores por cuanto estos han de sufragar con cuotas mensuales el uso de los permisos de explotación ( permex) que les autorizan -como profesionales del marisqueo- a extraer de las playas esos berberechos, almejas... de los que viven buena parte del año.

Al parecer, no lo entienden así los bañistas, sean estos foráneos o autóctonos porque, a sabiendas del daño que ocasionan "por llevarse un puñadito de almejas como recuerdo", continúan excavando con la pala de plástico de los niños hasta reunir en un cubo alrededor de un kilo de moluscos.

No satisfechos con estos, las minchas y los mejillones de roca, incluso los pulpos varados tras la bajamar en las rocas, son objeto de su sistemático afán de "llevarse un recuerdo" que posteriormente cocinan en su casa.

Todo esto (repito, todo esto) cuesta dinero y mucho trabajo que aquel que se lleva "un recuerdo" no valora. Y a las mariscadoras y mariscadores se les pone "cara de tontos" porque constatan cada día que, además de llevarse el fruto de su trabajo, se les intenta tomar el pelo.

Por eso han pasado a la ofensiva y proclaman a los cuatro vientos que "las almejas no son moras que crecen en las zarzas de los caminos".

El que quiera almejas, berberechos y demás peperetes de verano, que los paguen: bien en la lonja comprándolos, bien en los restaurantes ya preparados adecuadamente y pagando por ellos lo que, con un poco de suerte, figurará en la carta del establecimiento.

A cada cual lo suyo.

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