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La virtud de escuchar

Las virtudes teologales según la Sagrada Escritura son tres: Fe, Esperanza y Caridad y los teólogos cristianos nos dicen que: "son los hábitos que Dios infunde en la inteligencia y en la voluntad del hombre para ordenar sus acciones". Posiblemente aquellos dones fuesen suficientes in illo tempore pero en la actualidad habría que añadir, entre otros, el de oír y saber escuchar, sentidos -ambos- que suelen mezclarse pero que tienen un punto de inflexión diferente. Oír: es una reacción física que requiere utilizar el sentido auditivo; escuchar: es cuando se presta especial atención a lo que se oye. Estas diferencias se perciben en muchas de las actitudes y actividades de la vida cotidiana. Los dichos populares "por un oído me entra y por otro me sale", "oigo pero no escucho" o el refrán galego "quén paga o gaiteiro pide a tonada", son una muestra clara del mayor e menor interés que puedes prestarle a un conferenciante, a un cuenta cuentos, a un cantante o a un músico y quizá sean estos últimos profesionales, en donde el hecho de oír y la acción de escuchar sean fundamentales para apreciar y percibir la conjunción, unión, de música y letra que hagan de la melodía un solo armónico que impacte en los sentimientos de los oyentes.

Podemos escuchar música en solitario, incluso cuando caminamos por lugares públicos, es una sencilla operación de conectar nuestro móvil y con auriculares abstraernos del mundanal ruido. También podemos acudir a lugares en donde se escucha música en vivo y en directo que es donde más y mejor se puede percibir si hay o no encanto y se puede analizar el poder conmovedor de las melodías, aquellas que nos retrotraen a un viejo amor y también a las que nos producen escalofríos musicales (Mendelssohn refiriéndose a estas dos realidades dijo que "existen formas parecidas de crecer, de empequeñecerse, de calma, de excitación y de ensoñación), nos ponen la piel de gallina, nos erizan el pelo y nos llenan de emoción. Es difícil, complicado, llegar a una conjunción total. Conseguir un todo armónico requiere de una dirección que cumpla y haga cumplir aquellos principios de música y texto (cuando se trata de canciones) que no ofrezcan disonancias ni distintas interpretaciones, ni en las notas reflejadas en el pentagrama ni en las letras que los cantores ("cantantes" hay muchos) tienen que interpretar. Cuando nos referimos a grupos musicales que interpretan temas de siempre, conocidos, cercanos, que el público siente, los hace suyos y que producen ese contrapunto musical de descanso mental, de alivio, de calma, incluso de lágrimas, que han sido preparados, arreglados, trasladados al pentagrama por verdaderos profesionales, no es de recibo que aficionados, mejores o peores, en todo caso no cualificados musicalmente modifiquen las letras de las canciones y es mucho menos aceptable tal postura cuando se trata de temas sobradamente conocidos y que cualquiera puede encontrar en internet. La vida enseña que hay que ser modesto, saber admitir las críticas, enseñar al que no sabe, procurar la armonía musical y personal, saber mandar sin ofender, huir de la fórmula fácil del yo no sé, no va conmigo, paso del tema y me enroco en la corchea, dejo la semicorchea, de fusa paso de semifusa y me quedo en difusa (nueva nota musical).

El poder de la música es grande. Nada más fijarse en Obama. Hace unos días hizo su aparición en el Apollo Theater y se lanzó a cantar Let´s Stay Together y este antiguo tema está siendo el más vendido en Estados Unidos. Pues tómese buena nota si la música es grande, y lo es, respétese a los profesionales, que éstos dirijan y manden con prudencia y los aficionados a cumplir con lo que aquellos indiquen. Y un último consejo: aprender a escuchar es fundamental.

segundopardo@mundo-r.com

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