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Piadoso abril

Aunque llegados estos días, por respeto al cursi y dogmático T. S. Eliot (un culto de dulía) haya que decir cada año que abril es el mes más cruel, lo cierto es que puede serlo o no, depende. Pero lo propio de un poeta, siempre con el ego roneando los cielos, es universalizar su propio sentimiento, elevándolo a material metafísico liberado de la erosión del tiempo y demás agentes de la naturaleza. Siguiendo con el santo en cuestión, la convivencia en un día de abril de restos del invierno (una nevada tardía que comba las ramas de abedul) y promesas de la primavera (el tierno verdor en sus hojas) solo puede suscitar crueldad en aquel que se crea embalsamado en su propio estro angustioso y liberado de una contingencia tan repetitiva, secuencial y obligada a la estimulación vital —es su trabajo— como la de las estaciones. Pero hay quien no sabe estar en paz ni con las estaciones.

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