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Inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

Las encuestas y los sexadores de pollos

A los pocos días de iniciarse oficialmente la campaña de las elecciones regionales andaluzas (de hecho, ya había comenzado tiempo atrás el tiroteo como se cantaba en la famosa copla durante la Guerra Civil) proliferan las encuestas sobre intención de voto. La inmensa mayoría de ellas dan ganador por amplio margen al PP, y si necesitase de apoyo parlamentario para gobernar ahí tienen a Vox, un partido de extrema derecha al que también se le augura una notable subida de escaños. El cambio de perspectiva ha sido espectacular.

Antes del golpe de mano palaciego que concluyó en horas veinticuatro con la defenestración de Pablo Casado y de su fiel escudero Teodoro Egea, las perspectivas electorales no pintaban bien para el partido que había fundado —y refundado— don Manuel Fraga Iribarne. Los casos de corrupción burbujeaban en los juzgados y se había puesto en venta la sede de Génova que se asociaba peligrosamente con los escándalos del pasado.

Además de eso, en Madrid había surgido, de las manos alfareras de Miguel Ángel Rodríguez, el milagro de un fenómeno político potentísimo como Isabel Ayuso, una mujer joven y guapa llamada a reventar las urnas. Ella misma definió su proyecto político como una incitación constante a la libertad. Así, a palo seco, sin aclararnos si esa es libertad de horarios, de cultos, de expresión, de cátedra, de movilidad, de sindicación, de residencia, o la decretada por un juez al inicio de unas diligencias para esclarecer un delito de cierta gravedad. O aquella libertad sin ira que se cantaba al inicio de la Transición por los neodemócratas. ¿Libertad, para qué?

Podríamos preguntarle a la señora Ayuso parafraseando a Vladímir Ilich también conocido por sus muchos admiradores como Lenin. “Somos —nos dijo ella— la fiesta del pueblo, la fiesta de la calle y las terrazas, el bandolero de las plazas, terrazas y comercios”. Esta declaración de principios no se acaba de entender del todo, aunque se reafirma en su vocación libertaria y en su gusto por departir con sus vecinos al aire, también libre, de Madrid.

Lo que, en cambio, nos parece un tanto polémica es su explícita alusión a los bandoleros que merodean por el Casco Viejo de la capital del Estado atracando a los turistas. Veremos en qué queda todo esto, aunque no cabe dar por seguros los vaticinios de las encuestas. Entre otras cosas porque falta, presumiblemente, mucho tiempo para la convocatoria de las elecciones generales y las pasiones fluctúan.

El trabajo de los encuestadores es complicado porque, aparte de ponderar datos sociológicos fiables, deben de aventurarse a entrar en el laberinto del pensamiento inconsciente del electorado. El neurocientífico David Eagleman citaba el caso extraordinario de los sexadores japoneses de pollos de un día para distinguir los machos de las hembras. No se equivocan nunca, pero no pueden explicar el método que utilizan para decidir la caja donde deben separar a los unos de los otros solo con echarle un rapidísimo vistazo a su aparato excretor. Desconozco si con el electorado cabría utilizar una técnica parecida. De momento, solo parece sintonizar el poderoso pensamiento inconsciente de la señora Ayuso con el del electorado madrileño. Otra cosa no se explica.

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