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Un siglo de ‘Trilce’

Mi edición, de Losada, data de 1961, casi 40 años después de la primera (1922), este año hace un siglo. A fe que entonces me costó entrarle al más alto poemario de César Vallejo, no tanto por la distorsión del verbo como por el desconcierto en sí de cuanto tenía dentro y, sobre todo, de cuanto dejaba fuera pero avisando de que estaba ahí. A veces me atraía la extrema concisión filosófica (“Ese no puede ser, sido”), otras me alejaba un irritante culteranismo (“Lavaza de máxima ablución”), pero daba tanto en el clavo de la emoción fatal (“Simplificado el corazón, pienso en tu sexo”) o el retrato (“bocas ensortijadas de mal engreimiento”) que, envuelto todo en sonoridad, rítmica y verdad humana irresistibles, me iría calando, calando, ya sin darme cuenta, hasta hacerse un tiempo con mis mandos de poeta, ese abrazo del que luego cuesta tanto desasirse para regresar uno a sus debilidades.

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