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Solo será un minuto

Tino Pertierra

El ‘spamto’ que nos acecha

A las inevitables pérdidas de tiempo a las que estamos acostumbrados (salas de espera, colas y demás paréntesis forzosos hasta que nos toque ser atendidos) se ha sumado en los últimos tiempos otra resta que multiplica parones en la maquinaria tecnológica. Es agotador dedicar unos cuantos minutos al día a explicar lo más amablemente que puedes a una voz desconocida que no te interesa cambiar de banco, que te vale con el seguro que tienes y que estás moderadamente satisfecho con la compañía telefónica elegida. Salvo que la llamada proceda de un número de procedencia exótica y optes por bloquearlo si existe esa posibilidad, o esperar a que se cansen de esperar al otro lado. Volverán a intentarlo, no lo dudes.

No hay escape posible a los mensajes que irrumpen en la pantalla con un texto interminable sobre los avisos de privacidad y la política de cookies. Si nos dieran un euro cada vez que pinchamos en la casilla de aceptar o rechazar podríamos organizar unas fastuosas y largas vacaciones en alguna isla paradisíaca donde no hubiera cobertura, solo arenas blancas, olas de ensueño y palmeras soñadoras. Imposiciones legales a las que añadir las cruces publicitarias que te asaltan obligan a ir a saltos en la lectura. La ley del algoritmo es implacable: haz una búsqueda de neveras y te empezarán a salir anuncios no frost por doquier.

Nada grave si se compara con la llegada masiva de correos que intentan colarte productos que no te interesan o tratan de estafarte, unas veces de forma sofisticada y otras —la mayoría— de manera tan burda en las falsificaciones que casi te dan pena quienes piensan que alguien puede dejarse engañar así.

Son tiempos de spamto, hostigamiento cibernético que roba tiempo en el mejor de los casos. Y no hay escapatoria.

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