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Percepciones políticas y realidad social

A la hora de someter a crítica su labor, ningún político dice toda la verdad de lo sucedido. En lo único que lo hará será en los aspectos favorables. Sobre los negativos, procurará guardar silencio. Y es que obligarlo a tener que reconocer públicamente lo que hizo mal sería tanto como constreñirlo a que se haga un haraquiri político. Por eso se deja en manos de los electores que descubran por sí mismos el resultado exitoso o decepcionante, según los casos, de la gestión del correspondiente político. Pero, así como es verdad que nadie viene obligado a decir toda la verdad en política, también lo es que eso no quiere decir que tengan licencia para engañar al electorado. Entre la verdad y la mentira hay una zona intermedia en la que puede bordearse el engaño cuando se abusa de la exageración. Práctica ésta que es muy frecuente en la actividad política porque el éxito electoral depende de la decisión de la ciudadanía, y se tiende más a persuadirla para que elijan la opción del político que se hace propaganda que informarla con cierta objetividad.

En este marco de “exageración persuasiva” tanto de los éxitos propios como de los fracasos de los adversarios es en el que deben interpretarse las palabras del presidente Gobierno, Pedro Sánchez, en un acto electoral celebrado hace pocos días en Álava, en el que afirmó que el Partido Popular se estaba agarrando al argumento de ETA porque “daba por perdidas las elecciones”, ya que no tenía nada que decir ante los últimos datos económicos en materia de crecimiento y empleo.

Tengo para mí que al hacer esas afirmaciones el presidente expresaba más un deseo que su percepción sincera de la realidad. El presidente sabe perfectamente que ninguna de esas afirmaciones electorales es cierta y que tampoco se encuentran en una relación de “antecedente-consecuente”; es decir: ni la oposición da por perdidas las elecciones, ni eso es consecuencia de la exitosa marcha de la economía. ¡Ya le gustaría al presidente del Gobierno que el Partido Popular diera por pedidas las elecciones! Pero casi todas las encuestas predicen justamente lo contrario, por lo cual, salvo que al Partido Popular le hubiese dado un ataque repentino de pesimismo enfermizo, todo apunta en sentido contrario: en el previsible éxito en las futuras elecciones autonómicas y municipales. Lo cual llevaría a sostener que tampoco los últimos datos económicos en materia de crecimiento y empleo son exactos ya que chocan abiertamente con la dura realidad. En prueba de lo que digo permítanme que destaque las tres noticias siguientes que se publicaron estos días.

No hace mucho que se ha dado a conocer que la Cocina Económica de La Coruña atendió en 2022 a casi 1.700 personas, de las que un 40% acudió por primera vez. Es el récord histórico de la entidad, que lo achaca “a los niveles de pobreza y exclusión social y el flujo migratorio”. Se añade también que más de la mitad de los nuevos usuarios son extranjeros y la mayoría comparte vivienda.

En la misma línea la prestigiosa Institución Benéfico Social Padre Rubinos ha publicado que en los cuatro primeros meses del presente año se produjo un incremento del 15% en el número de personas que acudieron al Comedor Social diariamente; un diagnóstico que preocupa seriamente al presidente de la Entidad, Eduardo Aceña, porque “la situación se está agravando y no parece tener techo”. Si a finales de 2022 se servía una media diaria de 300 comidas, actualmente —añade— la cifra no baja de 350, un incremento constante de personas que hasta ahora nunca habían frecuentado el comedor social. Y es que las “colas del hambre” en La Coruña, lejos de reducirse, se incrementan notablemente, al tiempo que las donaciones a los bancos de alimentos se reducen, y sufren también limitaciones las cestas de la compra que se proporcionan semanalmente a las familias más necesitadas.

Pero si la demanda en el Comedor Social para atender las necesidades básicas de cientos de personas diariamente no deja de incrementarse, las solicitudes para acceder a otras de las instalaciones y servicios de la Institución, como la Residencia del Complejo Gerontológico, el Centro de Día, y la Escuela Infantil Carmen Cervigón están funcionando a pleno rendimiento.

En esta misma línea recodaba hace poco Ángel Expósito en su programa de la COPE que el Banco de Alimentos de Barcelona ha advertido que la mayoría de la fruta y la verdura frescas que solían repartir no les llegará este año. Y otro tanto puede decirse de otros Bancos de Alimentos como el de Álava o el del País Vasco.

Estas noticias sugieren las siguientes reflexiones. La primera es que las cosas no son como pregona el poder político, sino que más bien que se ha empobrecido la población en general o que han aumentado los que habitan en la franja de la pobreza: más allá de la propaganda política, la economía no debe ir tan bien cuando la realidad demuestra —y en esto no hay engaño— que hay más necesitados que nunca. La segunda es que afortunadamente hay instituciones, en este caso privadas, que ayudan a los más necesitados; que dan sin preguntar y sin exigir absolutamente nada a cambio; y que auxilian a los desheredados de la fortuna o herederos de la nada. Y la tercera consiste en que no deja de rondarme por la cabeza una viñeta que publicó hace algún tiempo el ABC en la que se ve la cocina de un hogar humilde en la que un niño le pregunta a su madre: “¿Qué hay para desayunar?” Ella abre la puerta de una alacena vacía, en la que solo se un cartel con la palabra “propaganda”.

Pienso que los que tienen que pasar por el duro trance de pedir para poder alcanzar el mínimo vital deben sorprenderse cuando asisten simultáneamente un incomprensible despilfarro de dinero público para subvencionar indiscriminadamente a ciertos sectores de la población y a mantener una elefantiásica administración pública.

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