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Sin opción de quedarse en casa

Coruñeses con patologías de riesgo que requieren tratamiento hospitalario relatan cómo sobrellevan el tener que visitar, casi a diario, la 'zona cero' de la pandemia

Sin opción de quedarse en casaloc

Quedarse en casa es la mejor medida para evitar el contagio y contener la propagación del coronavirus. Sin embargo, hay enfermos con patologías de alto riesgo que se ven obligados a saltarse el confinamiento para recibir tratamientos que solo se pueden administrar en los hospitales. Pacientes con cáncer, insuficiencia renal o dolencias raras, entre otros, que dependen de la quimio, la hemodiálisis o de terapias con medicamentos huérfanos para completar su proceso de curación. Para seguir viviendo. Tensión, miedo, incertidumbre y resignación son algunos de los sentimientos que les acompañan en sus visitas a los centros sanitarios, la zona cero de la pandemia. Conectados a una bomba portátil o a un catéter aplauden, con más fuerza si cabe, la labor que realizan los sanitarios, y piden a la población que cumpla las medidas de aislamiento social decretadas por las autoridades. Por ellos mismos, por la gente que quieren, por los profesionales que se juegan a diario su salud para devolvérsela a los demás y por enfermos como ellos, los más vulnerables frente al Covid-19. "Salir de esto es una responsabilidad de todos", recalcan.

Eva Veiga sufre desde niña insuficiencia renal severa, una dolencia que, a sus 49 años, le ha llevado a someterse a tres trasplantes de riñón. En la actualidad, recibe diálisis en el Hospital Juan Cardona de Ferrol. Durante cuatro horas, tres veces por semana. Acostumbrada como está a vivir entre hospitales, reconoce que estos días los está afrontando "con mucha incertidumbre". "Sufriendo una enfermedad como la mía, la verdad es que tienes miedo. Si ya de forma habitual cualquier catarro o pequeña cosita se te puede complicar, imagínate un virus como este", señala Eva, quien reconoce, no obstante, que en el hospital se han extremado las medidas de seguridad para garantizar la protección de los pacientes que, como ella, acuden a ponerse tratamientos. "A mí me recoge una ambulancia por la mañana y, antes de salir, ya nos tenemos que desinfectar las manos y colocar los guantes y la mascarilla. Al llegar al hospital, volvemos a hacer lo mismo y nos ponemos una mascarilla nueva, y al terminar la diálisis, igual. Además, durante las sesiones estamos mucho más separados los unos de los otros y, si antes en la ambulancia íbamos seis personas, ahora somos la mitad, y manteniendo también las distancias", explica.

Keko Iglesias tiene 45 años y convive también con la insuficiencia renal desde hace quince. Tras someterse a un trasplante de riñón fallido „que apenas le duró 48 horas„, inició un tratamiento de diálisis que le obliga a desplazarse, tres días a la semana, al Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña (Chuac). Unas visitas que, en las circunstancias actuales, lleva con relativa tranquilidad. A ello contribuye el hecho de que "antes de que se decretase el confinamiento", en la Unidad de Hemodiálisis del Chuac "se anticiparon" a lo que estaba por venir y empezaron a tomar medidas para tratar de garantizar la seguridad de los enfermos. "El personal sanitario que tenemos es muy bueno. A pesar de las adversidades, de los recortes, de la falta de material en algunos casos... se vuelcan con su trabajo. Yo estoy encantado con el equipo de diálisis. Los pacientes que acudimos a recibir tratamiento pasamos más de doce horas a la semana allí, y al final se establece un vínculo muy estrecho", destaca Keko, autor del blog Donavida, donde relata su experiencia con la insuficiencia renal. Aún así, admite que la incertidumbre "está ahí". "Con las medidas que se están tomando en la Unidad no debería haber problema, pero estamos hablando de un virus muy contagioso. Siempre hay ese miedo, pero tenemos que confiar en la red sanitaria que tenemos. Eso, y quedarnos en casa. Es muy poco lo que nos piden para el gran beneficio que nos puede aportar", remarca.

Mensaje similar al que transmite Jaime Rey, en pleno proceso de recuperación de una leucemia. Este ferrolano, vinculado a la Asociación Galega de Trasplantados de Médula (Asotrame) „entidad que estos días continúa su labor de manera telemática, al igual que otras como Alcer, la AECC o la Federación Galega de Enfermedades Raras (Fegerec)„, se desplaza todos los días a A Coruña para recibir quimioterapia, y reconoce vivir "con un poco de angustia" y cierto nerviosismo la alarma generada por la pandemia de Covid-19. "Si ya con una enfermedad como la que yo padezco estás preocupado, ahora con todo este asunto... Aún así, dentro de lo que cabe me encuentro bastante tranquilo, lo lleva peor mi mujer", sostiene Jaime, quien especifica que tanto en sus visitas diarias al hospital como en casa, están tratando de "extremar al máximo" las medidas de protección.

Recuperándose de un cáncer, en su caso en el testículo izquierdo, se encuentra también un joven coruñés de 23 años que prefiere mantenerse en el anonimato. A. L. A. finalizó hace apenas tres semanas su tercer ciclo de quimioterapia. "La última revisión me coincidió ya en el estado de alarma por el coronavirus. La siguiente me tocará a finales de este mes y a partir de ahí, si va todo bien, ya no tendría que volver al hospital hasta el mes de junio. Por suerte, no tengo que estar yendo a ponerme el tratamiento en estas circunstancias", explica, con evidente alivio. Pese a haber dejado atrás ya la quimio, este joven reconoce que continúa "algo cansado, con las defensas bajas", de ahí que en las visitas al hospital trate de "extremar las medidas de protección". "Voy siempre con mascarilla y guantes para intentar prevenir lo máximo posible, porque hay gente que no se lo toma tan en serio y que ni siquiera guarda las distancias", asegura. En casa, más de lo mismo. "Intentamos tener muy limpias las zonas comunes como el salón, donde en estos días de confinamiento pasamos más tiempo. Y seguimos a rajatabla las medidas de higiene recomendadas por las autoridades sanitarias, sobre todo, el lavarnos las manos con frecuencia", señala A. L. A., pide que se cumplan las medidas de confinamiento decretadas por el Gobierno. "Hay que hacerlo por uno mismo, por nuestros seres queridos y también por todas los personas que no tienen la opción de quedarse en casa porque dependen de un tratamiento para seguir viviendo", subraya.

Rocío Souto sufre una dolencia rara, síndrome hemolítico urémico atípico (SHUA), que compromete el funcionamiento de sus riñones. Hace tres años, fue trasplantada (por tercera vez) y, desde entonces, tiene que acudir cada dos semanas al Chuac para ponerse un tratamiento, "de por vida". "Es para que no me dé un brote de la enfermedad, perder ese trasplante y que a mayores me fallen otros órganos", explica. Su pasaporte de vida. Un tratamiento con una serie de particularidades. "Tiene una duración de 24 horas, con lo cual me lo tienen que preparar cuando llego al hospital. Aviso de que estoy, e inician su elaboración. Antes esperaba dentro. Ahora he de quedarme en el coche hasta que está dispuesto para ponérmelo", indica Rocío, quien admite ir "nerviosa" al hospital. "Sé que las medidas de prevención se siguen a rajatabla, pero tengo miedo. Me costó muchos años conseguir este trasplante, y no quiero por nada del mundo perderlo", destaca. En casa, lo lleva mejor. "No salgo para nada. Mi pareja tiene que ir a trabajar y es él quien me trae la compra y todo lo que me puede hacer falta. Nuestra casa tiene dos viviendas separadas, y estamos cada uno en una de ellas, por precaución. Es más prudente incluso que yo. No quiere que toque nada que haya tocado él, ni siquiera que se le acerque nuestra mascota. Está preocupado", relata.

Preocupación que comparte Santiago Martínez, de 47 años y con insuficiencia renal desde que nació. En 2006, recibió su segundo trasplante de riñón. "No salgo de casa para absolutamente nada y la persona que vive conmigo tampoco lo debe hacer, porque tiene problemas pulmonares, así que llevamos casi un mes sin pisar la calle. De hecho, un voluntario del ayuntamiento nos hace la compra. Si nos contagiamos, la situación para nosotros sería muy complicada", subraya, y agrega: "Llevo toda la vida en hospitales. Sobre la labor del personal sanitario, a mí no hace falta que me digan nada, los tengo más que admirados. No me sorprenden para nada su entereza y dedicación. Pero al conjunto de la sociedad si le daría un mensaje: que se preocupen no solo por cuidarse ellos, sino por todos. Está demostrado que, ahora mismo, la única solución para frenar la propagación del coronavirus es el confinamiento. Hay que quedarse en casa, bajar a la calle solo para abastecerse. Para nada más. La colaboración de todos es fundamental", recalca.

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