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Una cría de cerdo, en una imagen de archivo. | // R.C.

Los latidos de ‘Porkenstein’

Un equipo de científicos de la Universidad de Yale logra restaurar algunas funciones moleculares y celulares en tejidos de cerdos que llevaban una hora muertos

Un equipo de científicos de la Universidad de Yale ha conseguido resucitar los órganos de un cerdo una hora después de la muerte del animal. Según anunció ayer la revista Nature, los investigadores han desarrollado un sistema capaz de restaurar algunas funciones moleculares y celulares en tejidos hasta entonces considerados muertos. Este logro se presenta como un éxito científico, pues, según apuntan los expertos, en un futuro podría utilizarse para mejorar la disponibilidad de órganos para trasplantes o para tratar a pacientes que han sufrido infartos, paradas cardiorrespiratorias o derrames cerebrales.

Para entender su importancia hay que empezar desde el principio. Cuando un órgano deja de recibir sangre (y se queda, por lo tanto, sin oxígeno), las células que forman el tejido se ven expuestas a una cascada de procesos moleculares perjudiciales. Cuanto más tiempo pase un órgano sin oxígeno, mayores son los daños que puede sufrir. Cinco minutos sin riego sanguíneo son suficientes para provocar la muerte de algunas células y causar daños irreversibles en el tejido. Si el proceso se alarga, el organismo muere.

Esta premisa ha sido, hasta ahora, la que ha marcado la línea entre la vida y la muerte. Si la sangre circula, el órgano está funcional. Si el flujo se interrumpe, el órgano muere. ¿Pero qué pasa si conseguimos restablecer la circulación en un tejido inerte? Resulta que no es tan sencillo.

Restaurar ‘a lo bruto’ la circulación de oxígeno en células muertas, por paradójico que parezca, causa todavía más estrés y daño en los órganos (algo que, técnicamente, se conoce como lesión por reperfusión o reoxigenación). Hace décadas que científicos y médicos de todo el mundo estudian cómo restaurar la función de estas células y recuperar así el latido de los órganos.

El logro presentando ayer es, de hecho, una respuesta a este reto científico. Según explica el equipo de investigadores que ha liderado este trabajo, la herramienta que han desarrollado permite “preservar la integridad de los tejidos”, “disminuir la muerte celular” y “restaurar procesos celulares” en múltiples órganos vitales como el corazón, el cerebro, el hígado y los riñones. El sistema, bautizado como OrganEx, también se presenta como una alternativa más eficaz respecto a los mecanismos utilizados hasta el momento, como el caso de los ECMO.

Un análisis comparativo entre ambos sistema, de hecho, muestra que OrganEx es capaz de devolver el riego sanguíneo a zonas donde las anteriores herramientas no llegan. En el caso de esta nueva técnica, incluso se observa una “activación de mecanismos genéticos relacionados con la reparación celular y la restauración de la función normal de las células de riñón, corazón e hígado de los cerdos”, explican los investigadores responsables de este trabajo en el estudio publicado en Nature.

El logro presentado ayer es obra del mismo equipo científico que en 2019 consiguió restaurar y preservar algunas funciones y estructuras celulares en el cerebro de cerdos que habían sido decapitados cuatro horas antes. Ya entonces, ese avance se presentó como una verdadera revolución científica. Porque, aunque técnicamente el cerebro del animal seguía muerto, el hecho de recuperar algunas conexiones neuronales abrió la puerta a detener el proceso de deterioro celular que, hasta ahora, se ha considerado como sinónimo de muerte del tejido.

¿Significa esto que estamos más cerca de revertir la muerte celular? ¿O de resucitar órganos? La respuesta es no. Al menos no a corto plazo. Según explican varios expertos a través de la misma Nature, el éxito de este experimento debe ser corroborado por otros estudios. Después, para que este tipo de herramientas se puedan aplicar en la práctica clínica, estudiar la eficacia y la seguridad de este tipo de herramientas en pacientes en situación crítica. Porque, aunque el parecido genético entre especies es más que sorprendente, cerdos y hombres no son lo mismo.

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