Aventuras que terminaron mal
La huida tiene sus peajes. Durante meses, o años, los narcos dejan atrás a sus familias y sus lugares de residencia. Muy a menudo forman nuevas familias en sus escondrijos. Otras veces, la escapada termina de la peor forma posible. En 2006, la Guardia Civil registró la casa de un vecino de Cambados, Javier González Rodríguez, que aparecía en la lista de sospechosos por el doble crimen de los primos Feijóo en un viejo molino abandonado. Pero González Rodríguez se había ido. Apareció dos años después, muerto dentro de una planeadora encallada en Larache (Marruecos).
La policía sospecha que no había sido mejor el destino corrido por José Antonio Pouso Rivas, Pelopincho. A mediados de 2011 huyó poco antes de que le juzgasen por blanquear 15 millones de euros del narcotráfico, y nunca más se supo de él. Hoy, se cree que lo mataron por un alijo de hachís marroquí que se fue al fondo del mar al hundirse el barco frente a Portugal.
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