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Los espacios que deja el poliducto

Los tubos que unen la refinería con el muelle petrolero recorren la ciudad y, en sus márgenes, se generan lugares de convivencia como huertas, colonias felinas y pastos

Los espacios que deja el poliducto de A CoruñaCarlos Pardellas

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No se ve, pero está y, aunque invisible, su presencia se nota en sus casi seis kilómetros y medio de longitud. El poliducto que recorre la ciudad ha generado espacios de convivencia que, en urbanismo, se conocen como informales, aunque eso no quiera decir que sean menos formales que un parque con su nombre, su placa y sus bancos. El arquitecto Iago Carro, del colectivo Ergosfera, guio ayer una visita por el recorrido de esta infraestructura que quedará obsoleta cuando entre en funcionamiento el poliducto que une la refinería con el puerto exterior de punta Langosteira. Es una de las actividades complementarias de la exposición Camiño negro, de Damián Ucieda, que se puede visitar hasta el 25 de junio, en la sala Normal.

En este trazado hay espacios de convivencia, en los que se pueden ver estampas insólitas, como gallinas que corren sueltas y que conviven con ovejas que se alimentan del verde que brota encima de los tubos que traen crudo y llevan petróleo refinado de un lado a otro de la ciudad, en un firme en el que, por cierto, está prohibido cavar. También huertos para el autoconsumo, espacios de reunión, con bancos construidos por particulares y para uso y disfrute de cualquiera que se aventure a hacer esta ruta o una pequeña caseta en la que los vecinos guardan el material necesario para cuidar de la colonia felina de San Diego.

Inicio de la ruta, ayer, en el parque de San Diego. | // CARLOS PARDELLAS

El colectivo Ergosfera defiende que conocer los usos que ha generado o que han convivido con el oleoducto durante décadas es también una oportunidad para pensar qué se puede hacer con estos terrenos una vez que la infraestructura deje de funcionar, ya que mantener algunos de los usos actuales, que se han generado con la “permisividad” de los titulares de los terrenos, podría ser más interesante que hacer una zona verde peatonal en el interior de la ciudad, con la misma filosofía que la del paseo marítimo, que borró algunas de las señas de identidad de los barrios por los que discurre.

Eso implica, según explicó ayer Carro, estudiar la realidad actual para potenciar los usos que aporten singularidad al recorrido, sin negar aquellos que pueden no gustar, pero que existen, como los recovecos que los toxicómanos encuentran para pincharse en la zona de San Xosé.

El trazado sale de San Diego y recorre Casablanca, Monte das Moas, pasa por Eirís, donde se puede ver claramente su recorrido, con un falso bulevar en el que no es posible plantar arbolado. Esa línea recta de la calle Javier López López —antes calle Oleoducto— se pierde un poco en el Barrio de las Flores, donde el trazado no es tan identificable, porque se integra en los espacios peatonales. Ya en la confluencia con la avenida Salvador de Madariaga, se empiezan a ver columpios en los árboles y hasta una canasta, que los vecinos han puesto para jugar con sus pequeños.

Delimitado casi en todo momento por unos postes pintados de negro y amarillo, el paso del poliducto se adivina desde las pasarelas de Lavedra, donde hay unos espacios cerrados con puertas metálicas y un techo de hormigón que deja ver su interior verde, pero vacío de contenido.

En O Birloque es en el único sitio en el que el recorrido del oleoducto cuenta con una infraestructura superpuesta, que es una esquina del campo de fútbol, en el que ayer había encuentro y las familias se afanaban en buscar un hueco para ver el césped desde el otro lado de la valla. Un poco más adelante, bajo un entramado de hormigón sobre el que se sostiene la avenida de San Cristóbal, hay otro espacio que han empezado a utilizar los jóvenes y en el que, ayer, había acopio de madera, quizá para una futura hoguera de San Juan.

Una construcción informal, en el trazado del poliducto. | // G.M.

“El espacio es sublime, es abierto, pero cubierto”, comentaba ayer Carro, que invitaba a imaginárselo con otros materiales. Recordó que los guardias de seguridad de la refinería pasan hasta tres veces al día por todo el recorrido del oleoducto y que tanto estos usos, como el del hombre que cuida a sus ovejas y gallinas un poco más adelante, por donde pasa el Rego das Viñas —el único tramo no canalizado del río Monelos en la ciudad— están permitidos por la petrolera.

Ergosfera defiende que el trazado del oleoducto es un espacio de memoria, y un testigo de cómo creció la ciudad, en ocasiones, como en el parque de Agrela, cortando su desarrollo para dejar pasar los tubos, con la chimenea de la refinería al fondo, y dando una imagen de patio trasero, al que no dan las fachadas.

El camino del oleoducto sigue y pasa por el núcleo de San Xosé, en el que se encuentra un pazo con una capilla del año 1600, oculta tras la maleza. Hay también en este recorrido caminos que han pervivido a los cambios en la ciudad y que los vecinos han seguido utilizando, aunque para ello tengan que saltarse algunas normas.

Durante la elaboración de esta ruta, el colectivo Ergosfera se dio cuenta de que, en el plan general puede haber un error, ya que obvia unos 300 metros de recorrido ya en la zona industrial.

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