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Mayores con un carrito de bebé en el campo de Marte.Víctor Echave

DATOS DE POBLACIÓN

La ciudad de A Coruña llegó en 2021 a su cifra más alta de muertes y más baja de nacimientos

Los fallecimientos superaron a los partos un 84% por los efectos directos e indirectos del COVID | Sin contar los movimientos migratorios, la ciudad habría perdido 1.255 vecinos

El 2021 fue el peor año desde el punto de vista demográfico para A Coruña desde que hay datos, con un récord de fallecimientos y la cifra más baja de nacimientos. Los partos bajaron hasta los 1.478, mientras que el lustro anterior a la pandemia la media estuvo en unos 1.760. Y las muertes alcanzaron las 2.733, algo más de un 1% de los vecinos, si bien aquí el salto no es tan elevado: en los cinco años anteriores al estallido del COVID el promedio estuvo en torno a los 2.530.

El saldo vegetativo, esto es, el producto de restarle las muertes a los nacimientos, fue negativo en 1.255 personas: el número de vecinos que habría perdido la ciudad si no hubiese sido por las migraciones. Es también el más alto de la serie histórica, superando a los 1.150 de 2020. Nunca, desde que el Instituto Nacional de Estadística (INE) empezó a dar datos en 1996, se había superado el millar, si bien todos los años la operación había dado resultados negativos.

Según explica la profesora de Sociología de la Universidade da Coruña (UDC) Antía Pérez Caramés, los dos fenómenos demográficos se pueden explicar por la pandemia. “El incremento de muertes, por lo que sabemos, está muy relacionado con el impacto del COVID”, indica la socióloga, que ha investigado fenómenos migratorios y de envejecimiento, “pero en la serie de estimación de exceso de muertes que empezó a sacar el INE para toda España las hay que no son explicadas por el virus”.

Estos, explica, pueden explicarse en parte por “retrasos diagnósticos”, esto es, por “no haber acudido al hospital” por miedo al coronavirus o porque los centros sanitarios “estaban desbordados”. “Entendemos que son efectos directos e indirectos de la pandemia”, señala Pérez Caramés.

En cuanto a la bajada de nacimientos, se “alinea con la serie histórica”, pues ya estaban cayendo anteriormente, pero esta se “acentúa” debido a la pandemia, con mujeres que planeaban tener hijos y decidieron esperar “principalmente por la incertidumbre económica”. “Lo más previsible es que en 2022, 2023, habrá una pequeña recuperación de la fecundidad”, señala la socióloga, por parte de gente que tenía previsto tener hijos pero que lo retrasó debido a las circunstancias.

Pero indica que será “muy leve” porque entre las consecuencias a largo plazo del coronavirus está la recesión y una “cierta crisis económica y social”, por lo que algunas parejas seguirán dilatando sus planes. Además, para mujeres que estaban al final de su edad fértil “se complican las posibilidades de quedar embarazada”.

En 2021 las muertes superaron a los nacimientos en un 85%, y el año anterior en casi un 77%, exagerando un porcentaje que se ha ido incrementando durante la última década. En 1996 los fallecimientos ya eran mayores que los partos en la ciudad en un 43%, pero la proporción fue acercándose hasta que en 2008 se llegó prácticamente a la paridad: ese año solo hubo 2.259 partos y 2.260 muertes. Desde entonces, la proporción ha ido incrementándose prácticamente año a año.

Una tendencia “inexorable”

Pérez insiste en que hay que analizar la demografía forma amplia para tener una visión global, y que “llevamos en situación de caída de la fecundidad más de 40 años, y en envejecimiento otro tanto”, una tenencia que considera “estructural” y “relativamente inexorable”. Si bien puede haber periodos en los que se revierta en parte, afirma, “no va a cambiar significativamente”. La pretensión de modificarlo “es estéril, no es viable: la pelota no está en el tejado demográfico, sino en otros”.

Para la socióloga, el futuro de la población “va a depender de las migraciones”, de la capacidad de atraer población y también de “retenerla”. También quiere evitar discursos catastrofistas, pues “tampoco pasa nada por perder habitantes: lo que tiene que hacer la sociedad es adaptarse” y plantear las políticas sociales y laborales necesarias.

Entre los retos está la “organización social de los cuidados”, pues, hay “muchísimas carencias” a la hora de atender a las personas mayores que los precisan. Y también “desigualdades”, tanto desde el punto de vista de los problemas de las personas con mayores dificultades para acceder a ellos como porque están “reposando sobre el trabajo gratuito de las mujeres en las familia. Es no solo es insostenible, sino injusto”.

En este terreno, considera la socióloga, hay un “gran terreno” para realizar políticas públicas e iniciativas “de base” que también podrían dar oportunidades laborales y atraer formación migrante. En este sentido también apuesta por políticas más favorables a la inmigración y que mejoren las condiciones laborales.

Esto serviría para aumentar los partos, pues en las mujeres, indica Pérez, la precariedad y malas condiciones “influyen mucho” para inhibirse de la maternidad. Y también hay que “transformar lo que pasa dentro de los hogares”, pues indica que existe una correlación entre que el peso de las labores recaigan en las mujeres y la baja fecundidad.

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