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La pelota no se mancha

¿Hasta cuándo?

El Dépor está requiriendo en los últimos tiempos unos niveles de estoicismo que ponen a prueba al mejor de los deportivistas. "¿Hasta cuándo?", se preguntan muchos de los aficionados que cada quince días pueblan las gradas de Riazor o que sufren con él en la distancia

¿Hasta cuándo?

El Dépor está requiriendo en los últimos tiempos unos niveles de estoicismo que ponen a prueba al mejor de los deportivistas. "¿Hasta cuándo?", se preguntan muchos de los aficionados que cada quince días pueblan las gradas de Riazor o que sufren con él en la distancia. ¿Hasta cuándo este deambular del equipo sin pena ni gloria, esa intrascendencia? ¿Hasta cuándo esa sensación de proyecto encasquillado? ¿Hasta cuándo esas muestras de desactivación a domicilio delante de seguidores que se dejan el sueldo, la espalda y horas de sueño en la carretera? ¿Hasta cuándo convivir con vestuarios que se evaden de la realidad? ¿Hasta cuándo esas muestras de fútbol raquítico? ¿Hasta cuándo, a pesar de las dificultades, confecciones de plantillas inconsistentes? ¿Hasta cuándo seguirá funcionando la trituradora de entrenadores y futbolistas? ¿Todo se justifica con una permanencia? El siguiente paso es el desapego y en ese camino es difícil dar marcha atrás.

Pepe Mel, ya con menos predicamento, se cansa de decir que los equipos deben transmitir. Al suyo, por momentos, hay que tomarle el pulso para saber si está vivo. Al suyo, al de Garitano, al de Víctor. En su debe, sin duda. Pero en todos esos grupos hay denominadores comunes. El malestar de la grada se acrecienta porque en los últimos años ese flujo de electricidad que debe haber del campo a la grada y de la grada al campo solo tiene un sentido. Y desde 2011 así, predomina una espiral de inquietud y, sobre todo, de insatisfacción que no parece tener fin. Si a este cóctel se le suma esa sensación instalada en el vestuario de que el Dépor está salvado, que está todo hecho, surgen espectáculos como el de AnoetaAnoeta. El técnico, quizás sobreprotector, aludía a lo futbolístico. Sin duda, uno de los males, el que lo impregna todo, el que origina el contagio. Pero hay más. La grada no es ciega.

Aun siendo cierta la aseveración de que el Dépor está libre de todo peligro, algo debatible, dejarse llevar en el tramo final de una temporada es la mejor forma de ir labrándose un descenso para el siguiente ejercicio. Construir, construir y construir. Ese verbo que parece haber olvidado conjugar el conjunto coruñés. Hacer equipo, crear dinámicas ganadoras, competir, ser regular... Costumbres olvidadas, básicas para asentar proyectos. Dignidad. El primer paso es honrar el escudo y acabar en condiciones este mes. Asoma el Real Madrid.

Ya cayó el Barça, sufrió el Atlético, ¿por qué no la tercera metamorfosis? A más de un deportivista se le olvidaría el enfado si el equipo blanco se deja media Liga en Riazor. A veces no hay mayor consuelo que el mal ajeno, aunque en realidad este es un enfoque que alimenta parte de los males. El grupo debe ser autónomo, no reaccionar al sentir el peligro o ante supuestos imposibles. Eso es lo que hay que exigirle, más allá de una victoria, que ojalá se acabe produciendo. No estaría mal empezar ese camino mañana, sin olvidar el deber de respetar sobre el césped a los que hicieron posible esa maldición blanca en A Coruña durante dos décadas.

Emre, Sidnei y Juanfran

Los mejores ejemplos de que los males futbolísticos y la falta de exigencia están engullendo incluso a futbolistas, no solo a entrenadores, son los casos de Emre Çolak y Sidnei. Al turco nunca le sobró el trabajo, su trayectoria estaba marcada por la irregularidad y a veces le faltaban socios. Aun así, su involución en las últimas semanas es preocupante. Le podrían faltar muchas cosas, pero fútbol... Y está pasando. Otro que es una sombra de lo que era es el brasileño. Fallo en Anoeta, no es el primero esta temporada. Su calidad y sus condiciones están fuera de toda duda. Ya tuvo épocas oscuras en el Benfica y conviene regatear esos agujeros. Urge activarlo.

Son dos nombres pero habría más. Otro de los que tuvo un borrón fue Juanfran. Estuvo más que gris, como el resto. También en línea descendente, le salva su meritoria temporada. Lo que realmente le afea es que tuvo ese rendimiento justo después de realizar unas declaraciones en los días previos en las que resaltó su gran año y las ofertas que están llegando por él, abrió la puerta a su marcha y hasta rebajó su precio de salida. Siempre por un supuesto bien del grupo. Luego salió a matizarlo, no es la primera vez. Dijo que se había entendido mal su frustración. No es el único que la tiene.

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