Opinión | LA PELOTA NO SE MANCHA

El Arsenio ambicioso y el Dépor fatalista

Once del Dépor ante el Sabadell

Once del Dépor ante el Sabadell / Carlos Pardellas

Siempre quedará para el recuerdo aquella rueda de prensa de Arsenio tras el penalti de Djukic. Ese minuto y algo de alocución es una lección de vida, una forma impecable de encajar la derrota. Sus palabras, esas y muchas otras, se han convertido en un manual. Basta con preguntarse qué habría hecho él en cada una de las situaciones que se le van presentando al deportivismo. Un faro en las tinieblas, un letrero en el camino.

Lo que ha sido capaz de construir este equipo en el campo y fuera no merece quebrarse o dudar a la primera

Y, más allá del Arsenio encajador, del que supo aguantar en las malas para llevarlo a las buenas, del que era todo dignidad en la derrota y contención en la fiesta, está el Arsenio ambicioso, que confiaba en su trabajo, que no se rendía. A ese poco se le reivindica y es tan guía como cualquier otro. Porque aquel que solo hubiese sido estoico ante los palos, que solo se hubiese preparado para los recovecos del destino, no habría sido capaz de llevar al Dépor a ganar títulos, no habría podido alumbrar un equipo generacional como el Superdépor. Y esa fue su obra, y esa fue su última acción para estrenar las vitrinas en 1995. “No somos ni más menos que nadie, vamos a pelear”, repetía continuamente. Y eso debe hacer ahora el Dépor de Idiakez: creer en lo que hace, ir humilde y concienciado a Sestao y al resto de partidos, como ha hecho en toda la segunda vuelta; y defender lo que se ha ido ganando en los campos desde el mes enero. Respeto a su legado reciente, a su historia. Ni más ni menos que nadie.

Hay una delgada línea entre estar alerta y ser fatalista por masoquismo, y nadie está libre de cruzarla. Hay que creer

El Dépor cometió errores ante el Arenteiro. Se expuso y pagó. También frente al Sabadell. Es humano, aunque en muchos momentos no lo haya parecido en esta segunda vuelta. Pero, más allá de la alerta que produce cualquier empate o derrota o que genera un simple error, hay que reivindicar toda la obra de este equipo desde el inicio de la segunda vuelta. No es solo lo que se ve en el campo, lo que ha sido capaz de construir. Es cómo respondió en la adversidad, cómo compartió trincheras con su gente, las del vestuario y las de la grada. Esas uniones son las que endurecen, las que curten y las que preparan cuando la nave abanea, aunque sea todavía levemente. “Venimos de tocar el infierno, el equipo se hizo fuerte a base de la resiliencia. Iremos a Sestao a por todas”, dijo Imanol Idiakez ya en la sala de prensa el mismo domingo. Pudo ser lo que sentía o no más que un mensaje premeditado. Pero no hay mejor manera de poner en un pedestal lo que ha hecho este Deportivo que cuadrarse ante las adversidades.

Al equipo le sienta bien la terapia del fútbol. Hablar, corregir, ir al detalle... Habrá que revisar los córners

De estar siempre alerta, de esperar la bofetada a la vuelta de la esquina, a ser fatalista por masoquismo y antes de tiempo hay una delgada línea que, por momentos, cualquier aficionado ha cruzado. Pero hay que creer. En lo que ha visto el deportivista, no por fe. Es lo que merecen los últimos meses de este grupo. Así como es ridículo contenerse en la fiesta que pide el cuerpo o verse ascendido por decreto no tiene sentido cerrar los ojos y entregarse sin reparo a esa leyenda negra que ha perseguido al Dépor en algunos pasajes de su historia. Sí, duelen; sí, hay que convivir con ellos, pero que no paralicen. Y este es uno de estos momentos. Y si todo se tuerce, será una cicatriz más. Como si fuese la primera...

Terapia de fútbol

Los jugadores del Dépor repiten continuamente en las últimas semanas que para sobrellevar esa losa de presión inaguantable cuando no ganaban en Riazor y estaban a diez puntos del liderato, les ayudó hablar de fútbol, conversar de su pasión, de su profesión, ir al detalle de cada partido y corregirlos. Una buena ración de esa terapia les vendrá bien en los próximos días. El perfeccionismo como relajante.

Toca revisar qué pasó en todos y cada uno de los córners del segundo tiempo ante el Arenteiro. Un equipo que solo había encajado dos goles en toda la liga en estas acciones recibió otro par el pasado domingo. El equipo verde insistió con repetidos envíos al primer palo y, de repente, una zaga robusta, indestructible temblaba cada vez que el colegiado señalaba la esquina y la pelota sobrevolaba su área. ¿Por qué no hubo cintura para enmendar o corregir las marcas ya durante el partido?

El Dépor no fue dominador, pero sí se le percibió como demoledor por momentos, también vulnerable en la segunda parte. Javi Rey introdujo dos pinceladas al descanso y le desarboló con pelota desde atrás. José Ángel y Villares no daban abasto. Saltaban tarde, estaban en inferioridad. Gran parte del frente ofensivo no tenía aire, las piernas estaban cargadas cómo piedras. Más de uno lleva semanas entrenándose a medio gas por recurrentes problemas físicos y no le sobra el fondo. Los cambios se volvieron a demorar. Había calidad, faltaba pulmón. La respuesta táctica de Idiakez fue la de apostar por mantener la estructura, por seguir con dos delanteros para sentenciar golpeando a la contra con el hipotético 3-1. Pero nunca se produjo y sí acabó llegando el 2-2.

Le quedan cuatro batallas al Deportivo. Todas diferentes y que parecerán un mundo. Nada tendrá que ver el duelo del pasado fin de semana ante el Arenteiro con el que se encontrará en unos días en Sestao. Tiene ambición, cuenta con un pasado reciente que le refuerza. Hay que saber leer también al otro Arsenio.

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