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BETANZOS

Aprendizaje de ida y vuelta

Mayores de Betanzos relatan a los alumnos del instituto las razones que les impulsaron a emigrar y las dificultades para integrarse en el país de acogida o para adaptarse de nuevo a Galicia

Aprendizaje de ida y vuelta

Panamá, Venezuela, Londres, París, Suiza... Son algunos de los países que los mayores marcaron ayer en el mapamundi del Instituto Francisco Aguiar. No se trataba de enseñar geografía a los escolares de Betanzos, que también, sino de poner voz a esas fotografías en blanco y negro de despedidas en andenes y muelles, de sacrificio y morriña.

Antonio Espiñeira Purriños, José Fernández López, Sara López Santamaría, Elías Martínez Martínez, José Paz Barreiro, Elena Sánchez Edreira y su hermana Isabel, fueron ayer los protagonistas de Fálame da emigración, un programa que ha puesto en marcha la Fundación Galicia Obra Social de Abanca para que los jóvenes "se beneficien del legado y experiencia de las personas mayores" y "favorecer el diálogo, la cooperación y el entendimiento entre las distintas generaciones".

Los siete voluntarios del centro de mayores de Betanzos que se han prestado a participar en esta experiencia echaron ayer la vista atrás para relatar a los alumnos sus historias de ida y vuelta, de marchas en busca de una oportunidad y de retornos, en ocasiones largamente esperados, en otras difíciles.

Un contexto diferente, pero un mismo impulso, un paso adelante que unos conjugan con el verbo labrar y otros con el de escapar. Los relatos de Antonio, José, Sara, Elías, José, Elena no son tan distintos al de los jóvenes que abandonan ahora España, comparten el mismo propósito de mejorar su formación u obtener un empleo,

José emigró con 24 años a Suiza, donde permaneció durante 36 años. Trabajó en hostelería, construcción, correos... Rehizo su vida y se adaptó al país de acogida sin perder el acento, sin romper los lazos con Galicia. Media vida que recuerda con una sonrisa. Fue, relata, una experiencia "positiva" y "enriquecedora".

Elena, en cambio, no guarda buenos recuerdos de la emigración. Su experiencia no fue directa, sino fruto de la marcha de sus padres, cuando ella era una niña. Su progenitor hizo el equipaje y partió a Venezuela cuando ella tenía 12 años. Su madre emigró rumbo a Londres pocos años después. Durante cuatro décadas, solo conservó contacto con sus padres través de cartas, en las que no faltaba nunca una parte del jornal.

Antonio aparcó su taxi en 1963 para buscar nuevas oportunidades en Inglaterra. Aprendió el idioma tras la barra de un bar. Él y su mujer trabajaron duro hasta tener un colchón que, diez años después, les permitió regresar y montar un bar en A Coruña.

A Isabel la vida en Londres le permitió conocer "una sociedad más abierta", "menos machista". Algo similar a lo que sintió Elías al llegar a París con 23 años. A otros les costó regresar, como a José, que vivió durante 53 años en Panamá. "No me permitió tener mucho dinero en el bolsillo, pero sí en el cerebro", relata. La vuelta le cuesta, admite, como a Sara, que todavía siente nostalgia de las costumbres de Londres.

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