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Al trasluz

El otro sillón que se juega en la Diputación de Lugo

Prosperó la moción de censura que devuelve al Pesedegá la presidencia de la Diputación de Lugo. No hubo sorpresa, aunque esa mañana más de uno, dentro y fuera del Pazo de San Marcos, tenía los dedos cruzados, por el temor a que, como sucedió en junio, no se cumpliera el guión. Esta vez, el alcalde de Becerreá, el díscolo Manuel Martínez, votó por el candidato que le impuso su partido, el regidor de A Pontenova, Darío Campos, quien desde luego no las tenía todas consigo y no empezó a respirar tranquilo hasta que tuvo en sus manos el bastón de mando.

La tranquilidad le duró solo unas horas. De visita en Lugo con motivo del San Froilán, el portavoz del Bloque, Xavier Vence, lanzó un aviso a navegantes claro y contundente. Los nacionalistas no quieren imputados en el nuevo Gobierno provincial. Y resulta que tres de los diputados socialistas lo están, a saber: además de Martínez, los regidores de Pol y Viveiro. Al parecer, el pacto que hizo posible la censura lleva implícito el cumplimiento de los códigos éticos de los respectivos partidos, si bien, en el nivel de máxima exigencia, el rasero lo marca el Benegá, que no tolerará imputaciones entre sus cargos públicos y candidatos.

A nadie puede sorprender lo dicho por Vence. Recuérdese que el Bloque vetó a Manuel Martínez como sustituto de Gómez Besteiro y lo hizo precisamente aduciendo sus problemas con la administración de justicia. Eso obligó al Pesedegá a buscar otro aspirante in extremis, que al final obtuvo el apoyo de los frentistas, pero no el del alcalde de Becerreá. Una insubordinación un tanto esperpéntica, que entregó el control de la Diputación luguesa al Partido Popular por poco más de tres meses con el consiguiente e inevitable bloqueo institucional, por ingobernabilidad, tan perjudicial para el interés general de los lucenses.

El problema estriba en que el nuevo presidente tiene la intención de que todos y cada uno de sus compañeros de partido asuman responsabilidades de gestión, empezando por el ínclito Martínez, que volvería a ocuparse de alguna de las áreas con mayor presupuesto y poder, la de Vías y Obras, justo la que ostentaba cuando se topó con los jueces. Fue lo que exigió para respaldar en la hora de la verdad al candidato de su partido. Dicen que así es como está pactado, al menos entre la parte contratante de la primera parte, o sea, en el lado socialista, que no hubo trágala, sino general aceptación.

En el Pesedegá el aviso de Xavier Vence sembró perplejidad y preocupación. No lo esperaban. El caso es que tampoco debería sorprenderles, sabiendo como saben que el Bloque tiene atravesado a Martínez. No lo tragan, tal vez por lo duro que es de roer y lo difícil que resulta convivir con él en el gobierno. Hubieran preferido que el PSOE se lo sacara de en medio. Pero no era posible, aunque algún intento debió haber, que puso en alerta al interesado y en peligro la reconquista de la Diputación. Al final, unos y otros tuvieron que aceptar pulpo como animal de compañía. Y tienen un nudo en la garganta y el temor de que el culebrón pueda dar aún más de sí.

En los mentideros políticos lucenses se apunta a que el PSdeG está estudiando una solución radical al problema Martínez, que sigue ahí, latente. La fórmula bien podría ser apartarlo de la Diputación ofreciéndole ahora un escaño parlamentario en Madrid, o en O Hórreo más adelante. Se lo venderán, como se hace en estos casos, como un premio, un merecido ascenso o un brillante colofón a su larga trayectoria en la vida pública. Y en cierto modo lo es, aunque él y otros pueden verlo también como una patada, hacia arriba, pero patada.

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