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Shikamoo, construir en positivo

José Luis Quintela Julián

25 de abril: Homenaje a Portugal

Hoy es día de fiesta en Portugal. Ya saben, es 25 de abril, en el que se conmemora el fin de una dictadura férrea, primero con Salazar y desde 1970 con su sucesor, Caetano, en una revolución incruenta orquestada desde las Fuerzas Armadas, y orientada verdaderamente a la creación de un estado democrático. Evidentemente, no todo fue fácil, y hubo sus miedos, problemas y tensiones, pero no cabe duda de que Portugal salió airoso de ello. Y hoy la Revolución de los Claveles significa mucho, y marca un día especial en Lisboa y en todo el país.

Por eso, porque es un día especial hoy allí, se me ha ocurrido transformar esta columna en una suerte de pequeño homenaje a Portugal, a esa nación que siempre me ha fascinado. Y es que no sé por qué exactamente, pero siempre he estado muy a gusto en las innumerables veces que he visitado ese país. ¿Será su luz? ¿Su magia? ¿Su ciudadanía? No lo sé... Me llama poderosamente la atención su europeísmo, el civismo de sus habitantes y, en clave mucho más actual, muchas de las políticas que le están llevando a un buen momento en términos socioeconómicos. Portugal está de moda hoy, y no es casualidad. Y todo ello, como recordarán, después de años difíciles, con un momento complicado en el punto más álgido de la reciente crisis global...

He llegado a Portugal por aire, por tierra y por mar, en infinidad de ocasiones. Con la Cutty Sark haciendo la regata de grandes veleros, o en algún barco más pequeño con amigos, en alguna deliciosa travesía por su costa siempre trufada de agradables sorpresas en clave gastronómica o paisajística. Haciendo teatro en gallego en Porto con Roberto Salgueiro y el Grupo de Teatro de la USC, estrenando un montaje de Manuel Lourenzo en algún certamen de teatro universitario, o corriendo alguna de las magníficamente organizadas carreras en la dura orografía de esa ciudad, o en la Mítica Media Maratón Manuela Machado en Viana do Castelo. He viajado en sus trenes, vetustos en momentos en que las infraestructuras no eran las de ahora. Y he llevado a amigos, a veces foráneos, de fuera de Europa, a contemplar las maravillas de Lisboa y a recorrer el Puente 25 de abril o visitar el Santo Cristo, o Belén y los Jerónimos, o a callejear por sus calles. Portugal es un país del que he recorrido su norte casi centímetro a centímetro, disfrutado de infinitos rincones, como el Douro desde Porto hacia arriba y sus imponentes vistas aterrazadas, o el paso del Mondego por la bella Coimbra. Me he emocionado, cómo no, con los paisajes del Algarve, al conocer el Convento del Santo Cristo de Tomar, caminar por la Serra da Estrela o por nuestro compartido y maltratado por el fuego Gerês-Xurés, recorriendo innumerables rutas, subiendo al Carrís y al Pé do Cabril, donde un día hubo unas minas de oro... En Portugal también he disfrutado de sus interminables arenales del norte al sur, en un país que es, todo él, una increíble playa...

Con todo, he aprendido hace muchos años a mirar a Portugal de una forma diferente a como lo veían entonces muchos de mis conciudadanos, claramente de espaldas a ese país. Porque demasiados ciudadanos de España y Portugal, no nos engañemos, han vivido demasiado tiempo mirándose con recelo, quizá despreciándose, o no sabiendo entenderse, quizá fruto de la Historia o de esas cosas tan humanas y que tanto daño hacen como los complejos de superioridad... Ya ven...

He leído abundantemente historias que hablan de paniberismo, y de que quizá en un acercamiento entre esas dos antiguas potencias y hoy países del Sur de Europa, podría estar bien hilvanado un futuro mejor en términos reales para su ciudadanía. Tampoco sé exactamente por qué, aunque algunos números avalan tal cuestión, pero les aseguro que tal planteamiento me interesa. Me llama. Y a veces, cuando he tenido oportunidad, he hablado de él.

Me gusta Portugal, sí. Y reconozco que la transición a la que aludía en un principio me parece más libre de los mimbres de la dictadura de la que surgió que la de nuestro país, en el que en definitiva sigue bastante vigente una parte del guión estructural del Estado escrito desde las postrimerías del tardofranquismo, de lo cual ya hemos hablado muchas veces. Por eso y por más cuestiones, Portugal es un país más moderno que el nuestro, del que quizá tengamos que aprender más de lo que nos han podido contar...

Termino como empecé, hablándoles de un día de fiesta y unidad, de civismo y de paz. Hablándoles de hermandad ibérica y de mirar hacia adelante, a un futuro que puede tener mucho que ver para ese eje España-Portugal con una mucho mayor relación, hasta límites hoy todavía por descubrir...

Feliz 25 de abril, cuarenta y cuatro años después de la Revolución de los Claveles...

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