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Shikamoo, construir en positivo

José Luis Quintela Julián

Puede usted pasar, caballero...

Se les saluda en este nuevo día, cuando octubre ha empezado a regalarnos sus frutos. Y estos no son otros que nuevas perlas en nuestro calendario personal, ese que compartimos todos mientras tenemos a bien seguir entre la nómina de los vivos. Ya saben, los días pueden ser mejores o peores, estar llenos de satisfacciones o trufados de sinsabores, pero la alternativa a vivirlos es siempre mucho peor...

El caso es que en el artículo de hoy voy a tratar de responder a lo que María Neira, directora del Departamento de Medio Ambiente y de Salud Pública de la OMS, se preguntaba en voz alta ayer mismo. Y esto, más o menos, sería algo así como qué estamos haciendo mal en España, teniendo en cuenta que las medidas puestas en marcha para la contención del Covid son de las más restrictivas, viendo los malos resultados cosechados...

Al margen de otras consideraciones más técnicas, hay algo evidente muy básico. Y esto es que una cosa es poner en marcha medidas, mejores o peores, y otra que estas se cumplan. Pretender que lo primero conlleva automáticamente lo segundo es, cuando menos, optimista. Y es que mi experiencia del día a día, no sé la de todos ustedes, indica que no, que lo uno no lleva a lo otro.

Miren, el otro día escribí algo en redes sociales. Venía a decir así como que renunciaba a seguir acudiendo a la gasolinera donde reposto hace muchos años. Piensen que se trata de una facturación correspondiente a unos 80.000 kilómetros al año, por exigencias profesionales, en vehículos de bajísimo consumo y, por cierto, etiqueta ecológica. Pues bien, decía que renunciaba a seguir acudiendo a tal instalación después de ver a un cliente sin mascarilla y a otros dos con la nariz fuera de la misma, ante la pasividad del personal. Así no se puede seguir, contaba yo, y a pesar de que la gasolinera antedicha es la más cercana a casa y de que tiene unos precios francamente competitivos, decidí probar otras posibilidades.

Hoy, consecuente con ello, busqué otra gasolinera en una de mis rutas habituales, y paré. Me recibe un empleado con pantalla, pero sin mascarilla. Me quedo perplejo y, armado yo con mascarilla de alta protección y pantalla, le pregunto si es posible pasar la tarjeta en el exterior, sin entrar en la zona habitual de pago. Me dice que no y, antes de pagar, me quedo esperando en el dintel de la puerta mientras él inicia el proceso de pago, pendiente de pasar mi tarjeta cuando esté lista la transacción, en el menor tiempo posible. En un momento dado observa mi espera allí y me dice "Puede usted pasar, caballero". "No, no puedo", le digo yo. "¿Y por qué?". "Pues porque estamos viendo que los aerosoles son los causantes de muchos contagios de Covid-19". "¿Qué aerosoles?". "Los aerosoles que se expiran con el flujo respiratorio y que pueden contener una carga viral importante. Es por ello absolutamente fundamental el uso de mascarilla". No dijo más. Completamos la transacción, me dio las gracias, yo también y me fui...

Es evidente que esta persona, en su puesto de trabajo, debería tener puesta una mascarilla, sí o sí. Yo también la tengo en el mío todas las horas que haga falta, así como muchísimas personas que, en conjunto, hacemos lo indecible para intentar mejorar el día a día de todos y terminar esta espiral de muerte y destrucción. Una persona que trabaja en una instalación tan sensible como una gasolinera, por la que pasan muchos otros individuos cada día, ha de extremar las precauciones. Y da mucha pena que la realidad, sin embargo, implique el desconocimiento de las formas de contagio de este coronavirus, y que tal carencia lleve a una cierta asimilación entre la protección que puede dar una pantalla y la correspondiente a una mascarilla. Es evidente que la pantalla es activa frente a objetos balísticos, de masa no despreciable y cuya trayectoria viene determinada por consideraciones mecánicas ligadas a la ley de la gravedad. Los aerosoles, sin embargo, son otra cosa. Estamos hablando de Física de fluidos, y aquí aunque tengas una pantalla que te proteja la cara, o pienses que proteja a los demás, no sirve para evitar que los mismos entren en contacto o bien con tus mucosas o, en el caso recíproco, con las del ciudadano que estás atendiendo. No está indicado y la mascarilla es el único elemento que protege, especialmente en el interior. O una escafandra integral con sistema de respiración autónomo, entendámonos. Pero nunca una mera pantalla sin mascarilla.

Es por eso que, reitero, quizá la laureada médica y gestora Neira pueda tener en este tipo de hechos la respuesta a su pregunta, que me imagino será más retórica que otra cosa. Sí, claro que existen aquí medidas más restrictivas respecto a países donde la norma es mucho más laxa. Pero de lo que no estoy tan seguro es del grado de cumplimiento de las mismas. Vayas a donde vayas, aparte de muchas personas que cumplen, te encuentras narices que no deberías ver por fuera de la mascarilla, ausencia de estos adminículos u otras aberraciones.

En el culmen del despropósito, y también en otra gasolinera, en este caso en la zona de A Laracha, hace unas semanas me topé allí con un hombre que, sin mascarilla, nos gritaba a todos los que le pedíamos por favor que utilizase el obligatorio accesorio que, por lo menos, tenía seis en casa. "Será por mascarillas", afirmaba. Pero, sin cejar en su empeño, seguía proyectando su voz en el lugar donde otros esperábamos pacientes para poder entrar y pagar, reclamando simplemente cierta seguridad a la hora de poder realizar esa cotidiana acción.

En fin... Medidas hay. Cumplimiento, no tanto. Y, en esto, necesitamos ser una piña. O bien entender los mecanismos de contagio y las medidas propuestas para evitarlo o, si no es así, cumplir igualmente con lo que se nos pide. Porque si hay un cierto porcentaje que no cumple, ya vemos lo que pasa. Y nos va la vida, no lo duden, a todas y todos en ello.

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