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Una fábrica en cada casa

Si la mecanización de las industrias y el desarrollo del transporte desembocaron en la primera revolución industrial y el auge del gran capitalismo y las nuevas estructuras productivas fueron decisivas en la segunda, ya hay quien vaticina que la tercera revolución industrial, la cuarta, o la que toque ahora, está a la vuelta de la esquina. Y si en la primera revolución industrial la máquina de vapor fue el cimiento sobre el que se levantó el cambio, en esta ocasión el honor corresponderá a una simple impresora. Eso sí, una impresora que es capaz tanto de crear ya un guante como, en unos años, la propia mano, o el brazo entero.

Fundas para móvil, brazaletes, tapas de gasolina, esculturas, discos de vinilo, linternas led, pulseras, tazas de café, y así hasta un sinfín de productos de lo más diverso pueden ya obtenerse mediante la impresión en 3D, merced a la superposición en capas de los materiales, en un proceso aditivo. El material (en las versiones más comunes, un polvo de plástico, escayola o celulosa y tinta aglutinante), va reproduciendo el diseño original hasta darle forma y volumen, aunque la baja calidad de los productos impide aún que la impresora 3D pueda usarse para cometidos más ambiciosos y su precio, demasiado elevado, que pueda penetrar en los hogares.

Pero es solo cuestión de tiempo. Ninguna de las anteriores impresoras, ni las de inyección de tinta ni las de impresión láser, habían tenido una evolución tan fulgurante. La investigación y el desarrollo de impresoras 3D avanzan a un ritmo inaudito y en pocos años estarán ya en las casas como lo están ahora las impresoras convencionales. Y, cuando se rompa una taza, queramos otra cafetera, o incluso unos zapatos nuevos, sólo habrá que cargar el archivo y pulsar el botón de imprimir. Una fábrica en cada casa.

A medida que se vayan incorporando nuevos materiales a lo que aún hoy es básicamente plástico, las capacidades de la impresora 3D serán casi ilimitadas. Tanto, que se espera también que en unos lustros se empiece a trabajar con materiales biológicos formados por células vivas, y capa sobre capa, se creen tejidos para ser usados como implantes en el cuerpo humano o como órganos plenamente funcionales. Ya hay pruebas satisfactorias en medicina regenerativa, creando un símil de piel que ayuda a cicatrizar heridas.

Hay quien va más allá y considera que las impresoras 3D revolucionarán también el proceso de fabricación, transporte y compra. Si ahora las grandes industrias concentran su producción en unas plantas para luego distribuirla a las tiendas o al comprador, con el consiguiente tiempo y coste de envío o almacenamiento, todo aquello que pueda obtenerse mediante impresoras 3D viajará en formato digital en unos segundos hasta centros de reproducción en las ciudades, en donde podrán reproducirse y ser recogidos instantáneamente por el cliente.

Precisamente, en Queens, en Nueva York, el alcalde inauguraba hace poco "la fábrica del futuro", un recinto de impresión en el que se ubicarán 50 impresoras industriales de alta resolución en 3D, que permitirán reproducir no sólo objetos comunes, sino diseños personalizados por los clientes. Funcionará como acelerador de negocios para emprendedores y fabricantes locales, y los de mayor mérito recibirán ayuda pública para la comercialización de los productos que desarrollen basándose en la tecnología de impresión en 3D.

Pero no todo serán ventajas. Esta creciente tecnología dificultará aún más el control sobre los derechos de autor. Tan pronto como los diseños estén en internet, será difícil controlar que se imprima cualquier producto, para uso particular o no, sin permiso de sus legítimos creadores, por no hablar de que esta tecnología permitirá poner a disposición del público en general, por ejemplo, armas (ya hay experimentos para sacar de una impresora 3D pistolas de un solo disparo).

Un reto nuevo, por tanto, el que habrá que afrontar en breve: ser capaces de sacar lo mejor de esta descollante tecnología, pero sin dejar de lado una importante reflexión crítica sobre todo lo que su mal uso puede acarrear. Ahora que aún se está a tiempo.

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