Manuela Carmena, alcaldesa de Madrid ha propuesto que los universitarios que participan en el botellón y que dejan el campus como una piara de puercos sean penalizados con la participación en la limpieza de la ciudad.

Por el revuelo que ha motivado su propuesta pudiera pensarse que dijese un sinsentido pues le ha caído una muy superior a la de uno de sus concejales por deslizar en Twitter frases que sonrojarían a cualquier demócrata.

Pero su delito no es otro que proponer una medida de claro sentido común y conveniente para la vida en sociedad.

Hablar de responsabilidad u obligaciones está severamente castigado por los talibanes de lo políticamente correcto que tienen, hoy por hoy, secuestrado el raciocinio y el valor de la clase política.

En A Coruña sin ir más lejos los turistas que nos han visitado en verano se pasaron la temporada haciendo fotos (perplejos) a un reloj floral sin agujas que los participantes en el botellón coruñés rompen cada vez que se repone. Hace tan solo un par de semanas los coruñeses, con nuestros impuestos, las hemos reparado para provocación de las nuevas y embriagadas generaciones y este fin de semana, en efecto, han decidido volver a dejarnos sin él. La actual corporación, como las anteriores, pasa del tema y los que afean a Carmena su responsabilidad, enmudecen ante un vandalismo que por alucinante que parezca entienden como un ejercicio de libertad. Este próximo fin de semana espero la visita de unos amigos que vienen a conocer la ciudad de donde su abuela salió hace casi 90 años. No los llevaré a ver el reloj del que ella entre nostalgia y emoción les habló tantas veces porque me avergüenza mucho el decirles que nuestros jóvenes no solo no saben valorar el patrimonio público sino que desprecian profundamente las tradiciones que han conformado su propia cultura y dado brillo a la ciudad de sus antepasados.

Yo, como tanto le gusta decir al gobierno de la Marea, también me siento desafiuzado y cada vez más ajeno de mi propia ciudad.

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