Hace tiempo que estoy convencido de que en España hay demasiada intransigencia, poco sentido del humor (ya lo decía J.L. Borges hace muchos años): por eso es tan difícil ver una película de fino humor al estilo Billy Wilder, si exceptuamos al gran Edgar Neville, que, no por casualidad, era británico, muy denostado por los progres de este país porque era conservador, a la manera británica, claro.

Basta observar los broncos debates en el Parlamento, en los medios, entre portavoces de distintas fuerzas políticas (aparte la demagogia de los mítines): actitudes chulescas, referencias despectivas a los adversarios políticos, comportamientos amenazantes, etc?

Y no digamos el concepto patrimonialista que algunas fuerzas políticas tienen del poder: viendo a los demás partidos como intrusos que les roban algo propio. Vomitivo. Es algo no solo lamentable sino rechazable e impensable en otros países del entorno a los que tan poco nos parecemos en comportamientos cívicos y democráticos (como Suiza).

Y encima inflamos el país de intransigentes; si como muestra puede valer un botón: el asombroso número de políticos y sindicalistas profesionales, tan grande como el de toda Europa junta. Así nos va, claro.

Las relaciones del poder con la periferia no son sino un ejemplo más; poco flexibles, decía el gran Antonio Colinas en ese excelente texto titulado Tratado de Armonía (editorial Tusquets). Sí, por eso pasa lo que pasa. Se llama sembrar vientos, claro.

Y para terminar, otro ejemplo ilustrativo: cuando cambia el Gobierno se tiran abajo las leyes del anterior Gobierno?, por falta de consenso en materias básicas (intocables en otros países, gobierne quien gobierne), como justicia, sanidad, educación. Aquí es imposible llegar a acuerdos en temas como el aborto porque los antiabortistas odian a los proabortistas y así sucesiva e interminablemente. ¿Falta tiempo, educación?

A veces, España, mi país, da miedo. Y para terminar, otra referencia al gran J.L. Borges, "la historia es cíclica". Ojo, no vaya a ser que la repitamos.