Cuando un recién nacido irrumpe en este mal llamado primer mundo parece sobreentendido que todo ha de estar preparado y ofrecérsele como de serie; no se le cuestionan unos padres responsables, un cálido hogar donde crecer y desarrollarse como persona y por supuesto, toda suerte de atenciones frente a todas y cada una de sus necesidades. Pero es sabido que por desgracia no siempre es así, y la alarma social se dispara cuando para la pobre criatura sus progenitores resultan ser unos desatinados cuidadores, tanto por mala praxis como por omisión, o simplemente porque bajo el pretexto de que la vida les ha llevado por derroteros equívocos no se sienten capaces de realizar su función como padres de manera conveniente.

¿Y qué ocurre entonces con el pequeño inocente que no tiene culpa de nada? Pues que en el mejor de los casos acaba con sus frágiles huesos en un orfanato o un piso de acogida, a la espera de que alguna familia rebosante de bondadoso corazón le ofrezca esa plácida infancia que a todo niño corresponde y nada ni nadie debiera arrebatarle.

¿Puede quedar alguna duda de que lo más importante es la felicidad del crío?

¿Tienen cabida los debates morales? Lamentablemente, sí.

Y es que en esta sociedad parecen pesar más cuestiones tan banales como la que un niño vaya al colegio o a jugar al parque de la mano de sus dos mamás o sus dos papás, al dañino y trasnochado donde vamos a parar, frente a criarse en un centro de acogida rodeado de pobres muchachos que a tan corta edad la vida ya les ha enseñado su crueldad implícita. ¿No debería prevalecer por encima de todo la segunda oportunidad que se le quiere brindar?

La manifestación llevada a cabo la semana pasada en Roma se suma a las acontecidas hace tan solo unos meses en nuestro país, continuando la lucha por la no exclusión de las uniones gais al derecho de la pareja a adoptar.

Cabe recordar que la infancia supone la antesala de una vida plena y dichosa, en noble obligación de ser protegida por todos como tal, y una vez que la primera tentativa ha resultado fallida ningún niño debiera persistir en el error. Una familia de acogida está formada por personas con buenas intenciones, sin más objeción, independientemente de que sean dos hombres o dos mujeres.

LA OPINIÓN publica opiniones de sus lectores, así como réplicas y sugerencias de interés general que sean respetuosas hacia las personas e instituciones. Las cartas pueden ser enviadas a LA OPINIÓN por vía postal (C/ Franja 40-42 15001 A Coruña), por fax (981 217 402) o por correo electrónico/cartasaldirector@laopinioncoruna.es). Deben tener como máximo 20 líneas e incluir nombre, apellidos, DNI, domicilio y teléfono de contacto. LA OPINIÓN se reserva el derecho a extractarlas.

Cláusula Legal: LA OPINIÓN A Coruña S. L. (C/ Franja, 40-42, 15001, A Coruña), le informa que sus datos de carácter personal facilitados en este formulario de cartas al director, serán incorporados a nuestros ficheros y tratados automatizadamente. De acuerdo a la L.O.P.D. 15/1999 (Ley Orgánica de Protección de Datos), vd. podrá ejercer su derecho de acceso, rectificación, cancelación y oposición conforme a dicha ley. El titular de los datos se compromete a comunicar por escrito a la compañía cualquier modificación que se produzca en los datos aportados.