Según leo estos días en la prensa, para el edificio del antiguo cuartel de Atocha se pretenden fines de asilo para los refugiados sirios, pero en estos momentos de crisis y austeridad considero bien podría ser muy útil además para remediar las carencias que tenemos con respecto al problema de la gente sin techo. Lo que no descarta el proyecto inicial ya que ambos se complementan.

Una vez que dicho cuartel va a ser habilitado como refugio, hacerlo extensivo a la población sin techo es meramente una decisión política, para sacar de la calle a medio centenar de casos crónicos. No hacerlo así pondrá de nuevo en cuestión la criminalización encubierta que estas poblaciones en general padecen, ya sea institucional, por la propia sociedad u ocasionalmente por algún que otro medio...

Como ejemplo pongo el caso de Petra Laszlo, esa reportera búlgara que, durante su trabajo agrede a unos refugiados, y por cuya agresión acaba de ser condenada además de despedida. Es posible que sea la excepción, pero no me caben grandes dudas de que una imagen es igual a mil palabras. Bajo este prisma de la violencia social pongo el caso de André M. G. por situarnos más en proximidad. Una agresión en la calle que da con él en el hospital. Ese día André es agredido con un palo por un individuo quien se aleja y regresa al lugar con un ladrillo en la mano, siendo detenido el agresor y evacuado el herido a la Residencia. Más recientemente André es atropellado por un autobús y tras nueva estancia en la Residencia es devuelto por los Servicios Sociales a la calle. Vive en el recodo de un escaparate, en San Andrés 116, ¿cómo se entiende?

Las patologías de la sociedad de hoy se manifiestan así, en diversidad de desafecciones que como el aislamiento, la pérdida de sentido, la agresividad... o el desarraigo, constituyen esa categoría social que llaman la exclusión.