Hoy me siento genial, ya puedo descansar tranquilo tras una larga jornada regando de buen hacer este desgraciado mundo.

Cuando salía de casa esta mañana me he encontrado con un indigente, he detenido mi paso agitado y me he sacado un selfie dándole la mano para denunciarlo en el face. La imagen quedó perfecta, muy representativa de la situación, así que la he subido inmediatamente para que el personal la compartiera solidarizándose con tal desgracia. Después me llevé las manos a los bolsillos, sólo tenía billetes, así que nada, otro día será, le di la mano cordialmente y le deseé suerte. Qué gran tío soy, me dije, mientras subía a mi coche y me limpiaba las manos. Al mediodía pasé frente a un colegio donde cuatro chavales le daban pal pelo a otro más pequeñajo. Eso me hizo recordar con nostalgia los viejos tiempos en que yo también iba al colegio y vivía así de despreocupado. Míralos qué majos dándose un puñetazo por aquí, una patadita por allá, juegos de niños. Ay, qué recuerdos, qué juventud, mira cómo le sangra la naricilla, quién volviera a esos tiempos? Al anochecer volví cansado a casa, encendí el televisor y me repanchingué en el sofá, creo que el descanso era bien merecido. Los vecinos de arriba comenzaron a discutir acaloradamente. Tras largo rato soportándolos tuve que coger el mando a distancia y subir el volumen para no escuchar los gritos de esa mujer que no me dejaba disfrutar de mi merecida peli. No me juzguéis mal, mañana mismo lo comentaré en la oficina y en el bar, pero ahora es que no son horas. Súbitamente se escuchó un fuerte golpe y después silencio. Pues muy bien, ahora ya puedo disfrutar de mi peli con tranquilidad, mañana pondré a caldo a ese maltratador. Bueno, aprovecho para poner un lacito en mi perfil del face antes de dormir.

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