Disfrutó del éxito desde sus comienzos, pero la carrera del cantautor estadounidense James Taylor no ha sido un camino de rosas. Su adicción a la heroína, varios internamientos en centros psiquiátricos o su sonada boda con Carly Simon jalonan una trayectoria en la que abundan excelentes discos de soft rock de corte confesional. El pasado domingo tocó en la jornada de clausura del Festival de Jazz de San Sebastián, después de haber ofrecido sendos conciertos en Valencia y Madrid.

-Tras Covers (2008), en abril de este año ha publicado Other covers. ¿Por qué otro disco de versiones?

-Para Covers grabamos diecinueve canciones, pero sólo incluimos doce en el disco. Other covers lleva las siete que se quedaron fuera. Me di cuenta de que las sesiones de grabación formaban parte de un todo. Pasamos diez días tocando en directo en un granero cerca de mi casa, y fue muy difícil escoger doce temas, así que Other covers, en realidad, completa el disco anterior.

-¿Cómo surgió la idea de grabar Covers?

-Siempre he hecho versiones: Handyman, Up on the roof, You've got a friend... He grabado un montón, al menos una en cada disco que he publicado. Había muchas canciones que llevábamos mucho tiempo tocando en las giras, y siempre había querido hacer un álbum con ellas. Esa fue una de las razones. La otra es que, durante estos años, he trabajado con una banda fantástica: Luis Conte (percusión), Steve Gadd (batería), Jimmy Johnson (bajo), Michael Landau (guitarra), Larry Goldings (piano), Lou Marini y Walt Fowler (metales). Deseaba grabar un disco que representara a esta banda. Y este material estaba listo, por eso hicimos las versiones.

-En Other covers se incluyen dos éxitos soul: In the midnight hour (WilsonPickett) y Knock on wood (Eddie Floyd). ¿Resulta complicado dar una nueva vuelta de tuerca a canciones que ha versionado tanta gente?

-Esas dos canciones las llevamos tocando en directo muchos años. Suelen ser el bis de cada actuación. No las incluí en Covers precisamente porque son dos temas que todo el mundo ha escuchado cientos de veces. Pero las rescatamos cuando decidí que todo el material grabado saliera a luz. Estoy de acuerdo contigo: la gente conoce muchas versiones de esas dos canciones.

-Su anterior trabajo fue One man band (2007), editado por el sello discográfico de la franquicia Starbucks, con la que también han trabajado artistas como Paul McCartney o Sonic Youth. ¿Es una alternativa a las compañías de discos convencionales?

-La primera mitad de mi carrera, dejando aparte mi primer Lp, que sacó Apple Records, la he desarrollado en Warner Brothers. Un día, mi mánager me comentó que sería buena idea cambiar de sello, trabajar con gente nueva, y firmé con CBS/ Columbia/ Sony, con quienes grabé también varios discos. Cuando terminó el contrato con ellos, la industria discográfica estaba en una situación difícil. De un año para otro, era imposible saber qué compañías seguirían en activo y cuáles se hundirían. El plan entonces, tras veinticinco años trabajando con sellos multinacionales, era poner en marcha un nuevo proyecto y esperar a recibir la mejor oferta. Ya no tiene sentido firmar contratos de diez años de duración, cuando un sello puede ir a la quiebra en seis meses. El primer proyecto que hice de este modo fue A Christmas album (2004), que grabé con Dave Grusin. Buscamos un sello que lo editara y vendió casi dos millones de copias. One man band es un disco que grabamos Larry Goldings y yo, haciendo versiones íntimas de mi repertorio. Cuando buscamos un socio para editar el CD y el DVD, me hablaron de Starbucks, que está distribuido por Universal, y en aquel momento me pareció la mejor opción. Funcionó tan bien, que nos pidieron editar Covers, pero esta vez optamos por Hear Music. El próximo será un álbum con material nuevo que empezaré a grabar en septiembre, y quizá lo saquen compañías diferentes en cada país. El mundo es muy diferente ahora.

-Lleva más de cuarenta años tocando. ¿Qué ve cuando mira hacia atrás?

-Conforme pasa el tiempo, me considero más afortunado por haber podido vivir de lo que realmente me gusta hacer. Una parte de la culpa la tiene la gente con la que he tocado y viajado a lo largo de los años. Es un honor trabajar con músicos como los que me acompañan actualmente. Es una banda de leyendas. Sé que suena un poco sensiblero, pero es que todos ellos tienen discos en solitario y carreras increíbles. Steve Gadd ha trabajado con Simon & Garfunkel o Eric Clapton. Luis Conte viaja alrededor del mundo impartiendo talleres de percusión. Larry Goldings es un gran músico de jazz. Lou Marini estuvo con The Blues Brothers... Es un honor que estén conmigo. Mi responsabilidad consiste en ser capaz de encontrar un público para esta banda, que me permita mantenerla unida. A cambio, ellos interpretan mis canciones, y no existe un placer mayor. Tengo mucha suerte. Cuando miro hacia atrás, cada vez siento más gratitud. Me podría quejar del negocio de la música o la vida en la carretera, pero todo eso se esfuma cuando pienso en que todavía puedo estar mucho tiempo tocando. Quizá diez o veinte años más, no lo sé. Tony Bennett tiene 81 años y sigue siendo fantástico. Yo vi a Andrés Segovia cuando tenía 90 años. Pau Casals también estuvo actuando hasta edad muy avanzada. Y Rubinstein seguía haciendo llorar a la gente en Rusia con más de 90 años. Si la salud acompaña, el camino puede ser muy largo. Por eso doy gracias por cada nuevo día.

-¿Cambiaría algo de su vida si pudiera?

-Déjame pensar... Todo te lleva a alguna parte, nunca se sabe. Creo que perdí mucho tiempo durante mi adicción a las drogas, pero es muy difícil volver atrás y... Me gustaría haberme rehabilitado antes. Y me hubiera gustado conocer antes a mi mujer, Caroline Smedvig, porque habría podido pasar más tiempo con ella. ¿Cosas que cambiaría? Bueno, hay mucha gente a la que pierdes por el camino, y me gustaría haber hecho algunas llamadas que no tuve la oportunidad de hacer. Gente que se ha ido para siempre y con la que me hubiera gustado pasar más tiempo, como mi batería Carlos Vega (se suicidó de un disparo en 1998, la noche antes de un show televisivo que debía compartir con Taylor). Le echo de menos. Ojalá le hubiera llamado durante la semana antes de su muerte. Hacía un mes que no le veía. Son cosas como esas las que cambiaría. Pero hay otras que he hecho y que pueden parecer errores, pero que me han conducido a algún sitio.

-¿Ha leído su entrada en la web allmusic.com? Dice: 'Cuando la gente usa el término cantautor, ya sea para ensalzarlo o criticarlo, piensa en James Taylor'. ¿Se considera el paradigma del songwriter americano?

-Sé lo que quieren decir. Represento un tipo de cantautor que hace música autorreferencial. A veces se ha usado de manera positiva y otras para criticarlo, pero lo que diría al respecto es que hay muchos cantautores que lo hicieron antes que yo. Pienso en Woody Guthrie, Pete Seeger, Bob Dylan... Los he escuchado a todos. Incluso The Beatles eran cantautores, ya que escribían sus propias canciones. Hasta Paul Simon me precedió en varios años. Yo soy de la misma época que Jackson Browne, JD Souther, Randy Newman, Joni Mitchell, Judy Collins...

-También comparte generación con Carole King, Paul Simon o su ex esposa, Carly Simon. Todos ellos trabajaron en la factoría de canciones del Edificio Brill. ¿Llegó a hacerlo usted?

-Es gracioso, porque un amigo y yo alquilamos una oficina en el Edificio Brill para trabajar en un musical. No era muy cara, el alquiler era razonable, y pintamos nuestros nombres en la puerta. Desgraciadamente, mi amigo murió seis meses más tarde. Sólo habíamos trabajado en un par de canciones, porque estábamos todo el día borrachos y colocados. Carole King era una compositora estupenda, pero Carly sólo hizo algún trabajo de publicidad.

-Después de cuatro décadas haciendo música, ¿qué retos se plantea cuando entra en el estudio o coge la guitarra para escribir una canción?

-Con el paso del tiempo, mejoras como compositor. Al principio, sientes presión, una gran urgencia por expresarte. Quizá lo que haces es ingenuo y primitivo, pero también tiene energía. Ahora no siento esa necesidad de ofrecerme al mundo, de decirle a la gente lo que hay dentro de mí, en primer lugar, porque ya no tengo la misma edad, y además ya he disfrutado de la oportunidad de hacerlo, así que, en vez de esa urgencia, lo que tengo es un mejor conocimiento de cómo se hace una canción. En realidad, siempre es lo mismo: sentarse ante la grabadora y registrar tus ideas musicales. Lo único que cambia en la dinámica es que, con el tiempo, sustituyes la urgencia por el conocimiento.

-¿Considera que su legado ha sido recogido por las nuevas generaciones. Aprecia su influencia en artistas actuales?

-A menudo me dicen, o leo en la prensa, que hay gente que me cita como influencia o fuente de inspiración. A veces me sorprende, porque van desde Garth Brooks a Eddie Vedder (Pearl Jam) o Amos Lee. Hay gente a la que respeto mucho que me ha citado como influencia. En algunas ocasiones, puedo entenderlo al escucharles, pero en otras es un misterio para mí, aunque en todos los casos me siento halagado, no hace falta decirlo. La única persona en la que realmente puedo ver la conexión es mi propio hijo, Ben Taylor. Puedes escuchar mi voz en la suya, porque somos padre e hijo.