Esta editora logró con la primera de sus obras, Y punto, el reconocimiento de los lectores. Ayer Mercedes Castro presentó en Santiago su segunda novela, escrita robándole horas al sueño. Mantis es un cuento gótico disfrazado de actualidad sobre una mujer fatal que cocina como los ángeles.

-Su protagonista, Teresa, quería ser escritora, pero ve el mercado 'hostil y abarrotado'. ¿Cómo logra uno hacerse un hueco?

-El mercado es así. Para hacerse un hueco tienes dos opciones claras: o haces un superventas de novela histórica o negra, que está de moda, o haces lo que quieres hacer y confías y pones unas cuantas velas a seis o a siete santos y piensas que para ti siempre habrá un huequecito pequeño, que es el de los lectores a los que les gusta leer tanto como a mí escribir, pero más allá de las modas. Yo no vivo de esto. Lo que me paga la hipoteca es editar libros. Si hago esto es porque creo en ello y por eso no voy a hacer concesiones. La literatura es ocio y negocio. Hay escaparate, hay marketing, hay talento. Es como una tortilla. Los ingredientes varían dependiendo de quien la haga.

-Un editor defiende en su obra que escribir lo que el mercado demanda no es 'indigno'.

-El ejercicio de escribir lo que uno quiere o lo que el mercado demanda es como cuanto eras niño y hacías un examen. Podías contar en casa que el profesor te tiene manía, pero tú sabes si el examen que hiciste estaba o no bien. No te puedes engañar. Una novela es algo que va a durar años y cada uno sabe lo que puede empeñar o vender o hasta dónde puede ceder. Para mí escribir tiene que ver con mi infancia y con mi abuelo, que contaba cuentos, y lo hago porque quiero y es una de las cosas más sagradas que hay. Pero para mí. No critico otras opciones.

-¿Por qué siente esa fascinación por los monstruos?

-Porque soy lectora fervorosa tanto de novela negra como de novela gótica. Porque son como niños perdidos, suscitan ternura, tienen motivos. En ese sentido me molesta un poco que hoy en día estos vampiros que están tan de moda no tengan razón de ser. Los vampiros son hijos de una época, de una represión victoriana, y no como los de hoy en día, que molan. Todos estos monstruos cuentan nuestra sociedad. Son una vía de escape. Mi protagonista es mala porque el mundo la hizo así, como la canción. Y puedes hacer muchísima más crítica a través de un malvado.

-Dice Teresa que, además de la parafernalia del restaurante, el secreto es dejar satisfecho al cliente. ¿Cómo se logra eso en un libro?

-Si lo supiera ya tendría castillo en Escocia y jet privado. Lo único que sé es que los lectores nunca son tan tontos como mucha gente pretende y que no se les puede engañar. O sea, hay que ser limpios con ellos. Yo creo firmemente en lo que escribo y que lo estoy haciendo lo mejor que puedo, guste o no.

-Y por responsabilidad...

-Sí. Porque el lector está regalándote su tiempo. Como editora le echo una charla a los escritores donde les recuerdo que lo importante son las horas. Es una presunción bestial pensar que lo que tú dices le va a interesar a alguien y que va a echar algunas horas leyéndote en las que puede estar robando un banco o paseando o jugando con su niño. Eso no tiene precio. Así que hay que hacerlo lo mejor que se sabe. Para que el lector piense, al margen de que le guste o no, que mereció la pena y que no perdió una tarde. Si un lector me dice eso, me muero.