No se puede definir como un pub, mucho menos como un club náutico. Tampoco es un chiringuito de playa ni una sala de conciertos, al menos no al uso. Sin embargo, el Náutico es todo lo anterior. Este pequeño local en San Vicente do Mar (O Grove) debe parte de su atractivo al entorno paradisíaco, pero se convirtió en lo que es gracias a la vocación de Miguel de la Cierva, músico y técnico de sonido que en el 93 tomó las riendas de lo que fue, en el siglo XVIII, un almacén de salazón, restaurado en los 70 para convertirse en un puerto deportivo que no prosperó.

Tras un año de actuaciones de grupos de barrio, la actuación de Los Limones (con los que tocaba el propio Miguel) en el 94 marcó el punto de partida. Desde entonces han pasado por el Náutico Los Ronaldos, Pereza, Coque Malla y Antonio Vega, entre muchos otros. Con 17 años a sus espaldas, Miguel cuenta incluso con una lista de artistas que no fallan ningún verano, entre ellos Iván Ferreiro. Los conciertos de la inglesa Alondra Bertley (ayer) y Josh Rouse (hoy) inauguran el cartel para los próximos tres meses. Aunque la programación aún no está cerrada, Raimundo Amador y Ariel Rot son dos platos fuertes ya confirmados. Como dueño, Miguel presume de que su programa impresiona a los profesionales de las salas de conciertos, pero no tanto a la gente de San Vicente, que "ya está acostumbrada".

Paradójicamente, la "temporada alta" del Náutico coincide con la baja de la mayor parte de las salas españolas, que dejan de programar conciertos debido a la fuerte competencia con los festivales, una rivalidad que este año alimentan los eventos organizados o patrocinados por el Xacobeo. "Dos días después de confirmar la actuación de Ariel Rot se anunció que el concierto de Muse en Santiago sería el mismo día", explica De la Cierva, determinado a que contratiempos de ese tipo no acaben con el espíritu que caracteriza el Náutico: "Es un oasis para la música en directo, sobre todo si sabes cómo funciona el show business". Visto por su propietario, es un sitio de encuentro y descanso para gente que valora la música, cuya mejor baza es el placer que obtienen ambas partes (músico y público) de un concierto más familiar y cercano que el que se puede vivir en una plaza en la que "el escenario está a dos metros de altura y hay un espacio de seguridad de 4 metros tras unas vallas".

Para proteger la esencia del local, las actuaciones se promocionan menos cuanto más grande es el grupo. Han llegado a prometer que si algún día vuelve Pereza será como concierto sorpresa para los que, por azar, estén esa noche en el bar. "De lo contrario nos encontraríamos con un problema de orden público: gente apelotonada, botellón y chicas jóvenes bloqueando la puerta", asegura Miguel.

Este celo protector se ve recompensado con momentos como el de hace tres años, cuando Quique González, Leiva, Iván Ferreiro y Los DelTonos se montaron una banda para dos noches. Un año después, el ex cantante de Los Piratas llenó una urna con los nombres de sus canciones y dejó que los miembros del público, uno a uno, actuasen como mano inocente para elegir cada tema.

Los conciertos sólo siguen dos pautas: empiezan siempre sobre la una y media de la mañana (para integrar la música en directo en la noche) y se concentran en los meses estivales. El resto del año ofertan, esporádicamente, otros espectáculos, pero devuelven la música al circuito de salas a partir de octubre, cuando El Náutico de San Vicente vuelve a ser "la última cabaña de la última playa de una urbanización".