-¿Tiene preferencias en las obras?

-Es raro tener preferencias. Cuando coges una obra para estudiarla lo haces porque te gusta, por que es algo especial. Cada vez que abres una nueva partitura que nunca has hecho es porque te enamora, porque te gusta el compositor y la entrega del compositor al personaje. Hay que servir a la partitura para no defraudar al público y, sobre todo, al compositor, que es el verdadero divo porque la ha creado.

-Hay una evolución.

-Al principio era mozartiana y cantaba mucho Strauss. En la medida que avanzaba hice Boheme y cosas más populares. Cosas veristas y del último Romanticismo. Y vino la época del belcanto por casualidad en Nueva York al cantar Lucrezia Borgia. Era la primera vez que la hacía. Después se fueron incorporando otros títulos. Es muy difícil elegir una obra o un papel, no sabría decir. Cada una es muy especial, conoces al personaje que la hizo y es muy difícil separarse de los momentos que has vivido con ese compositor.

-¿Una devoción?

-Es una religión con una devoción muy grande. Es un privilegio dedicarte a algo que amas y que lo haces con devoción. No todo el mundo trabaja en lo que le encanta.

-Ni es aplaudido tanto como usted.

-No, no es verdad. No es cierto. Hay muchos buenos cantantes y músicos. La gente se siente atraída por la música. Tiene sensibilidad, se siente atrapada por un compositor y su mensaje. Así hay que llegar al público, si no se vería defraudado.

-Su marido, tenor; su hija, soprano...

-Es casualidad. Conozco muchos colegas que no han tenido la suerte de tener a su pareja en la misma profesión. Siempre fue un placer cantar con mi esposo, un cantante muy entregado y sin problemas vocales. Eso me gustaba mucho. Sobre todo al principio, al descubrir cómo con esa persona podía cantar más libre. Con otros tienes que modular la expresión porque no se suele estar tan compenetrado.

-¿Y su hija?

-Fue una sorpresa. Estudiaba ballet. Llevaba ya muchos años. Tuvo un accidente en un abductor y Maya Plisétskaya misma me dijo que no podría seguir pese a los esfuerzos que se hicieron. Entonces mi hermano la oyó cantar y le gustó. Nosotros no, mi marido y yo nunca la habíamos oído cantar. En una ocasión que fuimos a cantar a Madrid hizo que la escuchásemos diciéndonos que tenía un nuevo valor y que quería saber cuál era nuestra opinión. Nos extrañó mucho porque nunca nos había pasado algo así. Quizá sea un fenómeno o vete tú a saber, pensamos. Fuimos a la audición y vimos que era ella. Maya me dijo una cosa muy bonita: 'tu hija, aparte de cantar bien con la voz que tiene, será en el escenario una buena actriz porque su cuerpo expresará todo lo que ha aprendido en estos años de ballet'.

-Su hermano también figura en el mundo lírico.

-Es un buen consejero. Sabe quién vale y quién no. Sabe cómo ayudar, cómo dar un buen consejo, cómo llevar una carrera, cómo llevar a un cantante a un teatro. Toda su trayectoria ha sido la de un consejero que dice qué conviene cantar: esto sí, esto no porque es mejor lo otro o, cuidado, aún no porque puedes estropear la voz.

-¿Un cantante consagrado pide consejo?

-Lo normal es pedirlo. Ir a la persona que te puede orientar. Me han propuesto tal obra, '¿qué hago?, ¿la canto?, ¿espero un tiempo?'. Carlos, mi hermano, no tenía problemas en decir no, ese papel no es para tu voz. Ha sido escuchado por los cantantes y por los directores de los teatros de ópera.

-¿Hay una escuela española o incluso catalana de canto?

-No. Mi maestra era húngara. Era una gran didacta, del concepto del cuerpo de cómo hacer la arquitectura del sonido, cómo hacer los cimientos de una casa y eso es muy importante para no hacerte daño y no equivocarte.

-¿Cómo afecta la crisis a la ópera?

-Depende del país. Depende de las subvenciones que tienen los teatros y las grandes masas orquestales que suelen estar patrocinados por los estados. Cuando dice que en vez de 20 dan 10, los teatros lo organizan para hacer 10. Hay menos posibilidades pero llegan a varios grupos. También es importante considerar algo que empieza a darse en Europa y que es habitual en Canadá y EEUU. Me refiero a las óperas en versión concierto. Son más económicas. Son muy a tener en cuenta. Evitas un mes de ensayos y los gastos enormes de producción. Cuando se levanta un telón, normalmente lo que menos vale son los cantantes.

-¿Está zanjada la polémica entre escena y cantantes?

-Se ha producido un cierto relevo. Para cantar ópera se necesitan músicos, directores de orquesta y voces. Para eso nació. Están bien cosas de vanguardia de cuando en cuando, pero no se puede basar la ópera en eso solamente. Ver una ópera es muy bonito, pero lo mejor es cómo se toca y cómo se canta. Si no, vamos a ver una película.