Hollywood y Malasaña tienen, al menos, un factor común: Paco Delgado, diseñador de vestuario habitual de Almodóvar cuya puesta de largo en Estados Unidos llega con Los miserables, y dueño junto a su socio Bernardo Corachán de una pequeña tienda de ropa y "objetos perdidos" en el barrio madrileño.

Capaz de abarcar la amplia gama que va desde los uniformes del ejército decimonónico francés a los desarrapados que dieron título a la célebre novela de Víctor Hugo, Delgado ha deslumbrado a Hollywood con su trabajo para la nueva película del oscarizado director de El discurso del rey, Tom Hooper.

"En el fondo todo es igual. El cine es prácticamente lo mismo en cualquier sitio. Tiene los mismos problemas, se encuentra con las mismas dificultades y tiene las mismas satisfacciones. Aunque, eso sí, esta película fue un bombón increíble. No me quito mérito", explica a Efe Delgado, quien viste a Hugh Jackman, Anne Hathaway, Russel Crowe y Sacha Baron Cohen en su último trabajo. No es de extrañar que este hombre fascinado por los colores naciera en medio del radical cromatismo de la isla canaria de Lanzarote, donde las hierbas verdes germinan sobre la tierra negra del volcán y las arcillas rojas desembocan en una playa de arena blanca.

"El color es una cosa superimportante. Por la mañana te vistes de una manera diferente o no dependiendo de tu estado de ánimo o con el tipo de mundo al que te vas a enfrentar. Hay una intencionalidad en la forma y el color en la vida cotidiana, imagínate para contar una historia", explica un diseñador que compartió créditos con Jean Paul Gaultier en La piel que habito.

Para Los miserables, que se estrena el 25 de diciembre en las pantallas españolas y parte como una de las favoritas para los próximos premios Oscar, Delgado bebió tanto de la poderosa capacidad descriptiva de Víctor Hugo como del mundo de fantasía de la tradición del teatro musical, así como de pintores como Goya, Delacroix, Ingres o Jean-Louis David. "El reto era encontrar el balance entre el realismo de la historia tremenda, de miseria y pobreza, y también tener que pensar que es un musical, que hay una estilización de la realidad, porque nadie va cantando por la calle", explica.

Y entre la fábrica de sueños del cine y la realidad de tratar a los clientes que día a día pasean por su tienda Femisa en la Corredera Baja de San Pablo vive Delgado, quien vende ropa de otros diseñadores en la planta calle y prepara sus bocetos y tiene su taller en el sótano. "Un diseñador de moda parte de una idea que es trabajar desde tu interior y sacar al exterior lo que consideras que son las propuestas que la gente se puede poner en el exterior. Yo trabajo todo lo contrario", afirma.

"Miro qué es lo que se ha propuesto en el exterior, lo que lleva la gente en la calle, lo mastico y con eso convierto en un vestuario para un personaje. Son dos disciplinas no diría hermanas gemelas, pero quizá mellizas. Hay una diferencia importante", explica.

Es reticente a hablar de la candidatura al Oscar que muchos le atribuyen, pero sí que asegura que Hollywood no será su lugar de residencia. "Tengo muy claro que uno de mis lugares es mi país, que es España. Las historias que se cuentan aquí son las historias que me llegan. No quiere decir que no me interesen proyectos de esta escala y que tengan unos valores universales que nos atañen a todos", dice, y solo tiene buenas palabras para Almodóvar ( "sabe perfectamente lo que quiere", dice), con quien trabajó por primera vez en La mala educación.

Aunque es consciente de lo vistoso del resultado de una película de época como Los miserables, subraya que es más meritorio para él haber recreado la Barcelona contemporánea y marginal en Biutiful, de Alejandro González Iñárritu.