Mario Conde sigue conservando y luciendo los polos marineros de regata con el logotipo de Banesto. Ya no fuma, toma cola light y medita a diario. Ojos enrojecidos por una leve enfermedad ocular que en algunos momentos llena de lágrimas tristes pero que muestran la fuerza y la ilusión por un futuro que intuye muy distinto al caos actual que ya vaticinó a principios de los noventa, en el esplendor de su poder social y económico y antes de su salida forzada de la presidencia del banco que hoy dirige Patricia Botín, sus muchos años de cárcel y la trágica muerte de su esposa al poco tiempo de reanudar una convivencia que duró treinta y cuatro años. No se siente maltratado por la vida, tampoco siente rencor por aquellos que en el pasado le atacaron. No vive de recuerdos, pero sí de experiencias.

-¿Por qué sigue luciendo el logotipo del que fuera su banco, Banesto?, ¿no le trae recuerdos amargos?

-Puede ser un mensaje a los nuevos directores? No tengo miedo a revolver aspectos del pasado. Banesto fue una etapa muy importante de mi vida en muchos aspectos. El sufrimiento de una persona depende del recuerdo de algo que has hecho mal o has dejado de hacer. En relación con el banco supongo que habré hecho cosas mal porque cada vez que decides te equivocas, pero en el conjunto creo que hice las cosas como me correspondía. No renuncio a nada de mi pasado y aun- que me costara la cárcel durante muchos años me siento muy orgulloso.

-¿Cómo analiza lo que está pasando en la economía mundial?

-En 1992, ante el Papa, y en 1993, ante el Rey, dije que estábamos en un modelo de capitalismo financiero que si lo dejábamos en manos del mercado era cuestión de tiempo que nos estallara como así ha sido. Entonces empecé a desarrollar una idea que básicamente dice que el discurso de la eficiencia económica era una falacia, que había que conseguir una eficiencia social. Se trata de vivir en comunidad y razonablemente felices y si para eso se necesita ser un poco ineficientes económicamente pues bendito sea. La banca se estaba olvidando de hacer lo que tocaba, que era prestar a las empresas y se estaba metiendo en el lío de la riqueza financiera que en realidad nunca supe que era. Una falacia que nos ha costado un disgusto mundial. Ha habido un olvido de las empresas y además una codicia desmedida.

-Usted formaba parte de todo este engranaje.

-Lo que ha estallado es todo el sistema y con carácter irreversible. Si después de haber ensayado toda esta ortodoxia económica hemos llegado a producir cuatro millones de parados significa que hemos fracasado y provocado angustia en la gente. Hemos producido un sistema en el que la banca, por sus problemas está provocando cierres de empresas que iban bien y hoy están sin financiar.

-¿Hacia dónde nos dirigimos?

-Creo que vamos a una revuelta social. Hay violencia contenida y a día de hoy sólo controlable. A mi se me ponen los pelos de punta cuando veo que en la crisis más importante que hemos tenido las universidades y las academias callan, incluso callan los intelectuales que hasta hace nada presumían y ahora lo único que se les ocurre decir es que la solución es el despido libre. Hemos construido empresas endebles que dependen del sistema financiero, bancos centrales de todo el mundo dirigidos por funcionarios que nunca han sentido la angustia de cobrar o no un salario a fin de mes. Nos dirigen personas que desconocen la angustia de ser empresario y que si se equivocan no pasa nada.

-Ese era su mundo.

-Claro, y estuve hablando de ello. En 1994 escribí El Sistema, donde describía eso. Nos hemos convertido en una sociedad de franco tiradores de sálvese quien pueda y eso va a provocar una convulsión social muy seria. Pero es muy bueno, se lo garantizo, porque el capitalismo financiero como lo tenemos , afortunadamente, no va a volver. El banquero no es dueño del mundo, sólo un gestor del dinero de la comunidad. El empresario debe recuperar el valor social del crédito. Es un crimen que se estén muriendo empresas. Alguien dijo que para ser banquero había que tener instinto criminal, estoy de acuerdo.

-¿Cuándo se arreglará este desaguisado?

-Primero hay que dar trabajo a los cuatro millones de parados que tenemos, que son personas, no números interpretados como déficit público. Detrás de cada parado hay un hombre frustrado, que ha perdido su autoestima. No se puede crear una sociedad de gente frustrada porque entonces la violencia contenida pasará a ser expresada.

-¿Habrá una revolución?

-Ya está en marcha en el sentido que la sociedad no está dispuesta a volver al modelo de capitalismo salvaje porque lo está pagando en su día a día a cambio de mucha infelicidad. Se necesita un cambio profundo que es volver al modo de siempre. A mí se me acusó de prestar dinero a las empresas como si fuera pecado mortal. ¿Qué esta pasando hoy? El dogma que consumimos nos ha hecho vagos, no pensamos que hay una sociedad nueva que ve pasar cadáveres que aún no saben que están muertos. Todo poder tiene la obligación de hacer las cosas bien y transmitirlo como proyecto de futuro.

-¿Esto usted lo ha vivido sabiéndose icono de una época?

-Sí y me sorprende. Estoy curado casi de toda vanidad. Vanidad es superar a la media y que te descubran. He vivido diez vidas al mismo tiempo. He sabido estar en la banca, en la cárcel y he sido perseguido por el Estado.

-¿Cómo ha sobrevivido?

-Teniendo una idea clara del porqué estás ahí. Hoy día podrían estar todos los banqueros en la situación que yo estuve pero no interesa.