Emilio Duró está convencido de que es en la familia y durante los primeros años de vida, cuando se desarrollan los aspectos más importantes de la personalidad y apela al optimismo como vía para solucionar los problemas personales y de la empresa

-¿Por dónde pasa el futuro de la economía española?

-El futuro está en manos de los emprendedores. Lo que quiero transmitir a los jóvenes es que vamos a tener que ser nuestros propios empresarios, vamos a tener que crear nuestros propios puestos de trabajo. La vida es muy larga, en 150 años hemos duplicado la esperanza de vida y vamos a tener que ocuparnos de nosotros mismos porque ya no podremos esperar un trabajo de por vida. Antes era más fácil depender de otros, a partir de ahora tendremos que depender de nuestros conocimientos, de nuestra propia responsabilidad, de nuestra propia forma de ser. El mensaje es totalmente positivo, vivimos en el mejor de los mundos con más bienes que nunca, con más riqueza que nunca y pretendo que los jóvenes no tengan miedo en enfrentarse al futuro. El peor fracaso de la vida es el miedo a no aprender.

-Vuelvo al viejo tópico, ¿el empresario nace o se hace?

-Normalmente la respuesta que se da a esta pregunta es que se hace, pero sí es cierto que todos tenemos unas ciertas características genéticas que condicionan una parte de nuestra vida. Así ocurre que hay gente que tiene menos animadversión al riesgo, capacidad de enfrentarse a retos que otros no tienen y lo que hemos visto es que hay unas partes genéricas, no determinantes. El 96 o 97% de las personas tienen aptitudes similares y lo que la genética no nos da podemos asimilarlo a través de trabajo, esfuerzo e ilusión.

-Muchos jóvenes se encuentran con el problema de la financiación para crear sus empresas...

-En un libro muy interesante que leí hace poco se decía que había tres tipos de personas: hay personas que son muy cultas, estudian, aprenden o no, pero que si no trabajan para alguien se quedan en el paro y no salen adelante. Otro grupo de personas saben hacer cosas muy bien pero solo la saben hacer ellos, estos son los autónomos. Y por último, hay una serie de gente que sabe hacer las cosas bien, saben explicarlas y hacen que los demás trabajen según sus ideas. Estos son los empresarios y hay poquísimos. Los problemas de financiación existen, pero detrás de una idea, el entusiasmo, las ganas de vivir y de echar un proyecto adelante no hay financiación que se resista. El éxito no está en conseguir algo, está en luchar por ello.

-Usted defiende que la formación en el entorno familiar es fundamental

-Me decía un amigo que si alguien se hace empresario es porque ha heredado algo o no tenía trabajo y tuvo que montarlo. Yo no creo que sea así, pero es una reflexión. Es cierto que nuestra personalidad se hace desde muy jóvenes. De los tres cerebros que tenemos, el que se encarga de la salud se hace en el vientre materno, el que se encarga de las emociones y de tu forma de vivir se hace de cero a los tres o cuatro años y, parece ser, que el del conocimiento se hace el 65% de cero a tres años, el 95% de cero a seis y el 99% de cero a doce. Entonces hay un periodo que va desde los cinco, seis o siete años hasta los doce donde parece ser que aprendemos los valores en la vida, por lo que vamos a luchar. Esos valores se adquieren básicamente por las conversaciones en la mesa con nuestros padres. Así, si nuestro padre habla siempre de ganar dinero, de ser perseverante, probablemente al terminar una carrera de medicina esa persona se montará una clínica privada para poder trabajar en algo más que en el sector público, pero si en su casa se habla de ayudar a los demás, pues se hará de una ONG. Eso no es siempre así porque hay personas que no vienen de entornos empresariales y crean su propia empresa.

-Usted habla de optimismo para resolver los problemas, ¿pero se puede ser optimista con la que está cayendo?

-Que es una situación difícil es cierto, pero tenemos que relativizar las cosas y ponerlas en su contexto idóneo. Nunca hemos vivido mejor que ahora, yo nunca hubiera pensado vivir como vivo hoy. En mi casa tengo lavadora, mi bisabuela no la tenía; tengo secadora, mi bisabuela tampoco la tenía, ni tenía lavadora, televisor plano o móvil... De menú tengo tres platos de primero, segundo y postre a elegir por un precio asequible y mi bisabuela tampoco lo tenía... Yo creo que estamos exagerando. Si nuestros antepasados pudieran llevar nuestras vidas serían felices. Cuando te dicen "en mi época era más fácil todo", es mentira; en mi época era más difícil. Los que no somos jóvenes tenemos que mirar para atrás y preguntarnos, ¿vivimos mejor ahora o antes?